Desde que me calcé por primera vez unas zapatillas -en octubre de 2010- no he dejado de tener el apoyo de diversas personas que, a día de hoy, siguen dándome sabios y eficientes consejos. Por supuesto los sigo a rajatabla… ¿cómo no voy a tener en cuenta sus lecciones?. Sería estúpido por mi parte no escuchar a alguien que ha participado en unos Juegos Olímpicos, que ha terminado un Ironman o ha corrido media docena de maratones. Ni en sueños podré seguir sus pasos porque soy consciente del lugar que ocupo -modesto popular corriente sin pretensiones inalcanzables- pero sí puedo presumir de tener personajes de semejante calibre tan cerca. A todos esos espejos y guías mi más profundo agradecimiento; para ellos estas líneas.
Mi hermano, Jorge Grandescués, por sacar tiempo de donde no hay, por su capacidad de organización, constancia, generosidad y esfuerzo. Se propone hacer un triatlón de larga distancia y lo acaba en tercera posición; se prepara la Quebrantahuesos a conciencia y hace un acojonantemente grandioso 6h25min; pone el punto de mira en un maratón y firma un tiempazo de 02:48:30. Así es el brodel. Si no hubiese sido por él las únicas zapatillas que llevaría serían las de estar por casa. En lo deportivo no deja de sorprendernos. En lo personal sigue estando muy por encima de la mejor de sus carreras. Naturalmente, transcribir sus mensajes resultaría complicado porque ocuparía el mismo espacio que la Wikipedia. Todo lo que pueda avanzar y mejorar será empeño suyo. Seguro.
Hablando de hermanos, los ilustres García son los que, en su día, me dieron el consejo clave: “no lo dejes”. Estas fueron las palabras de Carlos, quien junto a su hermano Roberto, culminaron una vida deportiva repleta de éxitos. Empezaron de chavales correteando en Fuendejalón y terminaron en los Juegos Olímpicos de Atenas. Antes solamente veía sus triunfos sin parar a pensar lo que supone alcanzarlos. Ahora me doy cuenta de que muy pocos pueden conseguir lo que esta pareja consiguió.
Por supuesto, mi amigo Jesús Larumbe tampoco ha estado al margen. Pasó de compartir heavy metal a aconsejarme indiscriminadamente. Alternó conciertos y discos con trotes y salidas por la capital del Ebro. Ahora soy yo el que le devuelve esos ánimos cuando le veo correr en las populares que se pule. Ayer, sin ir más lejos, fue la última. A 3´36´´ que va el tío en 10 kilómetros. Fucking very nice!!!.
El apoyo de Raúl Pascual, compañero de fatigas senderistas en el trabajo, fue uno de los que llegaron más temprano. Yendo de ruta en ruta, pateando medio Aragón, me contaba su experiencia: cómo empezó, sus primeras carreras, contratiempos, alegrías, el salto a la maratón… ahora ha incidido media docena de veces en esta distancia y no escatima en compartir conmigo todo lo que sabe, que no es poco.
Por último, los que estuvieron mucho antes del running, mis primos. Juntos hemos hecho piña, en plan siciliano, y juntos coincidimos en una sana afición que hace tiempo era impensable. Cada uno con sus capacidades y objetivos, en su justa medida. Miguel, además de correr, prefirió nadar y suele competir en triatlones por relevos; Enrique ha experimentado una evolución tremenda tanto en bici, como en carreras a pie. Y lo de Luis no tiene nombre, así de claro. Las cifras que maneja el mayor de la saga asustan a cualquiera. El Carmen Sierra Running Team, como así se llama nuestro equipo –en honor a la abuelica- es lo mejor que me ha sucedido desde aquel mes de octubre de 2010.
Así pues, comparto al 100% las palabras de aquel tipo que escribió “lo importante de correr con alguien es estar con ese alguien”.