Enoturismo Somontano: viajar por haber viajado

 Alguien dijo en una ocasión que no se viaja por viajar, sino por haber viajado. El secreto está en la esencia, en sacarle jugo a cualquier tipo de viaje para regresar a casa con un a sonrisa de oreja a oreja. Si el recorrido transita por el Somontano vinícola nuestra memoria hará un hueco para archivar nuevos registros teñidos de vides, barricas y brindis. Seguro.

El topónimo del Somontano tal vez podría llegar a escribirse algún día en plural porque hoy en día, en lo que a materia turística se refiere, hay “muchos Somontanos” . Este territorio acoge y ofrece opciones muy diversas, tantas como las que tienen que ver con el Somontano de la cultura, el de la aventura, el de la naturaleza, el de la gastronomía y, por supuesto, el del turismo enológico.

A través de estas líneas obviamos el resto de planteamientos y hacemos las maletas para descubrir el Somontano que tiene que ver con el vino, uno de los elementos que ha hecho grande a este territorio de transición entre el llano y la montaña.

El enoturismo es una de las fórmulas que más auge ha cobrado en la comarca del Somontano de Barbastro a lo largo de los últimos lustros. Y ¿a qué se debe semejante empuje?. Pues a que en esta zona coinciden todas las piezas del puzzle, es decir, grandísimos vinos; bodegas contempladas como áreas de trabajo pero también como lugares dignos de visitar; una completa red hostelera; atractivos naturales y patrimoniales complementarios; empresas y entidades encargadas de promover esta disciplina turística y, sobre todo, un sentimiento colectivo que tira del carro al unísono para dar a conocer lo que encierra esta zona.

La punta del iceberg se encuentra en las bodegas, esos lugares en los que el visitante se empapa de cuanto tiene que ver con la construcción de un vino. Prácticamente todas las acogidas a la denominación de origen ofrecen servicios de visitas guiadas y catas dirigidas. Y tal es el interés que tienen las bodegas por recibir grupos y particulares que se lo ponen en bandeja al viajero: solamente hay que descolgar el teléfono y concertar día, hora y número de asistentes. Así de sencillo.

El modelo de visita suele ser similar en muchas bodegas. Así, después de la pertinente bienvenida, se recorren las estancias en las que la uva se transforma en vino (zona de recepción de la uva, sala de elaboración, nave de barricas…) y se realiza una breve cata de diversos vinos. En algo mas de una hora y media el viajero enoturista conoce en primera persona lo que tantas veces ha descorchado. Y encima puede comprar unas botellas en las propias bodegas para llevarse un recuerdo a casa -aunque sea efímero porque tarde o temprano terminará abriéndolas-.

Independientemente de cuáles y cuántas sean las bodegas a visitar, siempre es recomendable empezar por el principio, por el Museo del Vino. Este espacio tiene el cometido de aglutinar primero y transmitir después toda la realidad de la Denominación de Origen Somontano. Y lo hace a través de un interesante audiovisual y un divertido juego sensorial. Es, sin duda, la mejor forma para tener un acercamiento que, posteriormente, se materializará según el cuaderno de ruta que diseñe cada cual. Además, junto al Museo del Vino, dentro del Complejo San Julián, también se encuentra el Centro de Interpretación del Somontano. Yendo primero a uno y después a otro, el enoturista tendrá una idea genérica tanto de la denominación de origen, como del territorio en el que se encuentra.

El enoturismo no solamente se vive en bodegas y en museos. También está presente en comercios especializados y establecimientos hosteleros que tienen en el vino uno de sus principales estandartes. En muchas tiendas, ya sean tradicionales o más modernas, además de botellas hay una larga retahíla de productos muy próximos a la zona como quesos, aceites, patés, embutidos y chocolates, entre otros. En lo que respecta a establecimientos hosteleros, es fácil encontrar buenos bares de tapas, algún que otro vinobar y, por supuesto, restaurantes de todo tipo. Y es que la gastronomía es uno de los pilares sobre los que se sustenta el turismo enológico. En el caso del Somontano, su despensa más cercana está al alcance del viajero quien, por cierto, no deberá pasar por alto productos como tortetas y chiretas, o recetas -si tiene la suerte de encontrarlas- como crespillos, ajoarriero, cardo con bacalao o conejo con almendras.

Todo esto es lo que el turista puede encontrar en cualquier época del año. El ofrecimiento de bodegas, comercios y restaurantes no descansa. Aún así, hay cuatro noches mágicas, a principios de agosto, en las que tiene lugar una de las citas enoturísticas más importantes de nuestro país: es el Festival del Vino del Somontano, una mezcla equilibrada de música, gastronomía y, por supuesto, vino. Sin duda, es la mejor época para poner en práctica algo tan satisfactorio y tan placentero como es hacer un viaje con el vino como principal argumento. ¿Queda claro entonces por qué no viaja por viajar, sino por haber viajado?.

Antes de salir de casa…

Por muy breve y cercano que resulte el viaje siempre es recomendable planificar la salida desde casa, antes de emprender camino. Una buena fórmula es recurrir a la red y buscar fuentes de información que resulten absolutamente fiables. Muchas webs recogen detalles alusivos a la comarca, a la propia denominación de origen y a otras cuestiones vinculadas con el vino en este territorio. Algunas de las direcciones imprescindibles son www.dosomontano.com, www.somontano.org y www.rutadelvinosomontano.com.

Por último, también hay agencias de viaje especializadas que se encargan de todo. Una de ellas se encuentra en Barbastro por lo que el grado de conocimiento del territorio está garantizado. En www.enodestino.com realizan trajes a medida para sacarle partido a una escapada con encanto en torno al vino somontanés.

10 claves para entender la Denominación de Origen Somontano

Es una de las áreas vitivinícolas de mayor prestigio de toda España.

La Denominación de Origen se creó en 1984.

En 2003 estaba formada por 13 bodegas. Hoy la componen 33.

El coupage más frecuente de sus tintos suele ser Merlot y Cabernet- Sauvignon.

La variedades más cultivadas son Cabernet- Sauvignon, Merlot, Tempranillo y Chardonnay.

El vino más caro de Aragón se elabora aquí: un blanco que cuesta 285€ la botella.

En cuanto a superficie de viñedo es la D.O. vinícola más pequeña de Aragón (4.740 has.).

Barbastro es una de las Ciudades del Vino certificadas que existen en España.

Es la única zona de Aragón en la que se cultiva la variedad alsaciana Gegürztraminer.

En la vendimia de 2012, se recogieron 15 millones de kilos de uva.

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Falsos mitos del vino: mentira cochina

Será por desconocimiento, porque se les ha otorgado la categoría de doctrina, porque el boca a boca ha propagado su aceptación o tal vez porque casi nadie contrasta la validez de una creencia antes de digerirla. Váyase usted a saber. El caso es que los falsos mitos continúan circulando con una credibilidad pasmosa. ¿Quién no ha escuchado eso de que la Coca-Cola es un infalible desatascador, que Walt Disney está congelado o que el avestruz mete la cabeza bajo tierra cuando está asustada?. Pues bien, todas estas aserciones son mentira. Y como llegan hasta el último rincón del planeta, en el caso del vino tampoco podían faltar.

Que quede claro desde el principio. El refresco de cola más famoso del mundo no puede ni con la cañería más roñosa. Si el pH de la susodicha bebida fuese capaz de abrasar tuberías no les quiero ni contar cómo tendríamos las paredes del estómago. Por lo tanto, mito tumbado. Las cenizas de Walt Disney están en el cementerio Forest Lawn Memorial Park en Glendale –California- ya que fue incinerado allí mismo el 17 de diciembre de 1966. Por último, cuando un avestruz tiene miedo sale escopeteada como lo haría cualquier hijo de vecino. A ver si a estas alturas va a resultar que las aves más grandes y más pesadas del mundo son idiotas perdidas… pues no.

Todos estos mitos son patrañas. Lo que ocurre es que perviven en el tiempo como cualquier otra leyenda urbana. Son creencias erróneas que continúan alimentándose de una voz popular y, por ello, se han convertido en auténticos disparates por los que muchos continúan poniendo la mano en el fuego. A propósito de estas farsas: hay que desmitificarlas porque lo único que consiguen es alejarse de la realidad y, por lo tanto, confundir al personal.

El mundo del vino no está al margen de estas gansadas. Todavía se escucha aquello de que con una cucharilla de postre no se esfuma el carbónico de un champán, que el vino mejora con la edad, que una botella debe servirse a “temperatura ambiente” y que con uvas tintas no se pueden elaborar blancos.

Resulta que además de los asiduos a la parroquia vinícola -véase aquellos que tienen un mínimo conocimiento-, hay otros muchos que están convencidos -y lo que es peor, predican para convencer- que un crianza guardado unos años se convierte en reserva, o incluso que la calidad de un vino es directamente proporcional al precio que pagues.

Dándole vueltas al asunto un servidor creía conveniente dedicar unas líneas a todos esos falsos mitos que rodean a nuestro querido vino con el fin de aportar su minúsculo granito de arena y desbancar así todos estos chismes. Así que, queridos todos, allá vamos..

Uno de los clásicos es el de la temperatura ambiente, esa frase que a muchos establecimientos de medio pelo les sirvió para justificar que un vino estuviese congelado o, por el contrario, a punto de ebullición. Qué tiempos aquellos en los que el hostelero vulgar insistía e insistía, como si la vida la fuese en ello. El “ambiente” de una botella, en un bar, al lado de una cafetera, con un chorro de luz directo, calefacción del local incluida, hace que el contenido esté lejos de los grados centígrados ideales para su consumo. Un tinto serio debe tomarse a 16-18ºC, temperatura inferior a la que habrá en el local –que en invierno rondará los 24-25ºC-. Por lo tanto, cada vino con sus grados óptimos de consumo y nunca cerca de la temperatura que habrá en el restaurante.

Además de los grados del vino hay otras creencias que resisten las embestidas del tiempo. Por ejemplo, que un rosado es lo mismo que un clarete. ¡¡¡Pues no!!!. Un rosado se obtiene macerando el mosto y el hollejo y, antes de que fermente, cuando se ha obtenido el color deseado, se extrae el líquido para iniciar la fermentación. Sin embargo, la elaboración del clarete se parece más a la de los tintos ya que fermenta parcialmente con los hollejos.

Otro histórico que funciona de boca en boca es pensar que una botella de crianza, guardadita durante un tiempo, se convierte en reserva. Por muchos años que pasen, aunque haya estado conservada como oro en paño, un tinto crianza seguirá siendo eso y no alcanzará a su hermano mayor en ningún caso. La clasificación de crianzas, reservas y grandes reservas atiende a la edad del vino y al tiempo de envejecimiento, tanto en barrica, como en botella. Por eso no se sube de escala ya que seis meses en barrica son seis meses o, como mucho, medio año. Ni más, ni menos. Además, todos los vinos tienen su fecha de consumo ideal y, rebasado ese tiempo, empiezan a decaer irremediablemente.

Al hilo del envejecimiento, también se cree que la calidad del vino se incrementa si en su crianza se usan barricas antiguas. Como falso mito que es este pensamiento está a años luz de la realidad. Y ¿por qué?, pues porque una barrica nueva aporta lo suyo al vino hasta que, después de un uso excesivo, se convierte única y exclusivamente en un recipiente. Quiere decirse que la porosidad de la madera -responsable del envejecimiento controlado de un vino- se va obstruyendo con el paso del tiempo hasta que deja de intercambiar aspectos favorables al líquido. Por eso, una barrica debe sustituirse después de ciertas llenadas.

Lo de la cucharilla de café en la botella de espumoso es igualmente erróneo. Al carbónico no le intimida ningún cubierto aunque sea de la mejor plata del mundo mundial. Si se quiere esfumar lo hará salvo que se utilice un tapón de vacío. Por cierto, digo espumoso porque cava y champán no es lo mismo, que también es habitual oír eso del champán elaborado en nuestro país. Aquí solo se hace cava: ca-va.

Siguiendo con esto de las creencias tergiversadas sale a colación el precio, asunto para echarle de comer aparte. La calidad de un vino no tiene nada que ver con los euros que haya costado la botella así que el precio no garantiza nada. Hay vinos más que dignos cada uno en su segmento de precio… y ahora más que nunca. Y no hace falta ser un experto para darse cuenta de ello.

De aquí se desprende otra mentira vinatera: el vino es para gente entendida. Pues no. El vino es placer y para disfrutar con él no es necesario tener un master en viticultura y enología. O te gusta, o no te gusta, punto pelota. Si para hablar de música tuviésemos que ser músicos tendríamos las horas contadas.

A mí hay un falso mito que me hace mucha gracia. La situación es la siguiente: cena distendida entre amigos y brindis apoteósico con una copa de espumoso. Al día siguiente hablas con algún compañero de mesa y dice: “menudo cava más cabezón, me sentó fatal”. ¡Anda!, ¿y lo que bebiste antes y después de la cena?. La culpa se la lleva al cava cuando realmente el causante de su agonía es la caña previa, el vino entre plato y plato, el gin-tonic tan de moda… ¿por qué siempre tienen que pagar justos por pecadores?.

Entre unos y otros deberíamos reflexionar sobre este tipo de creencias incorrectas. No es que todo el mundo deba manejarlas ya que el vino, para millones de personas, sigue siendo un producto que está a años luz de copar puestos de importancia. Sería ilógico pensar que estas cuestiones las debe conocer cualquiera pero, al menos, quien sienta cierto apego hacia el vino tiene que tenerlas bien claras porque ni todo lo que escucha es verdad, ni todo lo que lee es cierto. Eso sí, por el niñito Jesús que este blog no miente.

Objetivos 2013

Ahora que acabamos de estrenar calendario llega el momento de definir los objetivos del año que tenemos por delante. El comienzo de curso trae consigo una lista de “tareas a realizar” y en mi caso pueden sintetizarse básicamente en una palabra: bautismo.

Me gustaría que 2013 fuese el año del estreno, primero en carreras de montaña y, segundo, en los temerosos 42 kilómetros del maratón. No sé si ambos son demasiado pretenciosos o incluso si son factibles pero, por suerte, mi hermano -y guía espiritual- me ha confirmado que ahora es el momento de dar el salto. Así que en estas estamos, compartiendo con ustedes vosotros lo que puede ser un año venturoso o, por el contrario, un estrepitoso fiasco runnero.

Antes de liarme la manta a la cabeza con el trail y el maratón tengo claras, al menos, tres citas a las que no quiero faltar. Una de ellas, la querida Carrera del Roscón que cada 29 de enero se celebra en la capital de la Riviera Maña. El año pasado me inscribí y salí muy contento por el recorrido, el ambientazo, la organización y el registro (me acerqué al tiempo que iba buscando). Sin embargo este año iré sin demasiadas pretensiones: correr por correr y disfrutar todo lo que pueda. Punto pelota.

Otra prueba en la que quiero reincidir es la III Carrera Popular Parque José Antonio Labordeta. Este año será especial no porque transcurra por el lugar donde suelo salir a trotar, ni por tener un recorrido guapísimo. En la próxima edición correré con mi santa esposa que está iniciándose en esto del running. Me hace mucha ilusión inscribirme con mi chica y celebrar su cumpleaños con las zapatillas puestas.

En abril iré a la Cursa de Bombers de Lleida, un 10k más que recomendable porque el año pasado me dejó un sabor de boca inmejorable (aunque también contribuyó la calçotada y el copeteo del día anterior). Me gustaría bajar de 45´ así que habrá que currárselo para salir victorioso. Todo se andará.

Supongo que conforme vayan surgiendo carreras iré inscribiéndome. El 10k de Zaragoza tiene muchos puntos a favor, lo mismo que la media maratón que se celebra en mi pueblo… CARIÑENA!!! o la de Zaragoza. Y es que supongo que será necesario hacer alguna media que sirva como entrenamiento para las dos citas prioritarias, ambas con nombre y apellido.

La primera de ellas Trail del Sobrarbe, en junio. La organización confirmó que este año habría un recorrido asequible para novatos, de 25 kilómetros y unos 600 metros de desnivel. Allí estaremos, dándolo todo y, sobre todo, disfrutando de un día de monte con mi hermano. Conozco la zona por la que marcha la carrera… espectacular… y, aunque en principio parece algo asequible, ser neófito en el trail hace que, cuando menos, uno se intimide.

Y por fin, aunque acojona solo de pensarlo, Maratón de Donosti. Será en el mes de noviembre así que a partir de junio- julio habrá que seguir las indicaciones que el brodel me marque. Él la hizo con mi primo Peter en 2 horas y 48 minutos; por lo tanto ir a acabarla –ese es el reto, simplemente terminar- me lleva a pensar que sí se puede. Intentaré compartir a través de este blog la evolución del reto, el que por ahora y sin ningún tipo de dudas, es el más importante de mi vida.