Primera vez que los Navascués brothers participábamos en una carrera de montaña. Quisimos que fuera en el Ultra Trail del Sobrarbe ya que encajaba en fechas, en accesibilidad y en recorrido. Tenía una distancia y un desnivel asequibles –hicimos la prueba de 24kms y 1.750mts de desnivel-; y sobre el paisaje imaginad lo que supone unir Bielsa con Gistaín, terminando en Plan. Una pasada.El día previo a la carrera salimos hacia el Sobrarbe con dosis de incertidumbre e ilusión en idéntica proporción. Jorge no recuperó del todo el palizón que se metió en la Quebrantahuesos -tampoco es fácil hacer 6h11min- y yo sigo con mi anarquía en los entrenamientos, fumando y llevando una alimentación desastrosa. De todo ello hablamos en el coche, en Aínsa –donde nos tumbamos un par de cañas-, en Tella mientras hacíamos algo de turisteo y en Bielsa, en una terraza –reincidimos en las cervezas- y luego en el hotel –cambiando cebada por vino, que es lo nuestro-.

En la línea de salida ubicada en Bielsa… aunque ponía meta
A la falta de los entrenamientos de mi hermano –que no había corrido ni un solo kilómetro desde diciembre pero sí había ciclado no sé cuántos mil- le teníamos que sumar mi condición de popurruner y, sobre todo, el no saber a lo que nos enfrentábamos. Éramos conscientes de la chaqueta que nos íbamos a meter y decidimos salir con mucha calma.
Pero claro, conozco a mi hermano y sabía que no iba a cumplirlo. De hecho los dos primeros kilómetros los hicimos a un ritmo altísimo -4´30´´/km-. Sin embargo, llegaron las primeras rampas y éstas nos pusieron en su sitio.

Último esfuerzo para rematar el Collado de la Cruz de Guardia
La subida al Collado de la Cruz de Guardia es durilla. Hay pocos tramos en los que el trazado te da un respiro y, por eso, hicimos casi todo el repecho andando. Y menos mal que el bosque mitigaba el sol, que a esas hora caía de lo lindo. Constantes, con alegría, a un ritmo cómodo, comiendo y bebiendo lo que mi hermano me decía, poses para fotos y, hete aquí, el collado asomando a lo lejos. En 01:44:45 llegábamos con las pulsaciones a mil por hora pero más frescos de lo que pensábamos. Nos hicimos un par de fotos, rellenamos los bidones, comimos fruta y a bajar por la senda –por cierto bien marcada y pintada… se nota el repaso que le dio la organización días antes-.
El descenso fue bien salvo un momento de desorientación. Estuvimos dudando un par de minutillos pero nos acoplamos a un grupo muy majete. Cada cual a su marcha, todos muy pendientes del suelo –porque había piedras semi escondidas que nos costaron más de un tropiezo- y casi juntos entramos en Serveto (02:33:57).

Para el recuerdo con el macizo de Cotiella detrás
Sabíamos que todavía quedaba la subida a Gistaín y, sin duda, ese fue el peor tramo. Estábamos un poco tocados y las piernas empezaban a reírse de nosotros. Pero como el brodel llevaba magnesio fuimos engañándolas un tiempo.
Esa parte del recorrido es igualmente espectacular que las demás. Lo que ocurre es que como nos lo tomamos con mucha filosofía le sacamos partido tirando fotos y grabando algún vídeo. En ese momento seguíamos bien colocados aunque la posición nos la traía al pairo. ¿Qué más da?. Lo prioritario era disfrutar y lo estábamos haciendo en cada zancada.

Meta, sinónimo de allegadores
A Gistaín llegamos en 03:21:57. Fueron minutos durillos pero todavía nos quedaba un poco de fuelle, el justo para llegar a la meta. Al final, tras 03:48:47 cruzamos el arco que estaba ubicado en Plan, junto al río. Momentazo de abrazos y emoción, charla con otros corredores, camiseta de “allegador” y alegría desbordada.
Teníamos muchas ganas de que llegase aquel día y pasó en un visto y no visto. Eso sí, el recuerdo que guardamos perdurará por los siglos de los siglos. Y el agradecimiento y las felicitaciones a la organización –incluidos unos voluntarios de bandera- también.