Empieza lo bueno

No lo digo por las vacaciones, que también, sino porque empieza la cuenta atrás de uno de los objetivos que me propuse este año. El primero de ellos fue correr una carrera de montaña (http://www.youtube.com/watch?v=G1mXl3llsJ4) y el segundo está cada vez más cerca, aunque falten cuatro meses.

El Maratón de Donosti asoma la cabeza y en breve comenzará la preparación de mi primera experiencia en los 42kms. Si os digo la verdad, hace un año nombraba esta distancia y me acojonaba de mala manera. Pero conforme se acerca la fecha estoy muchísimo más tranquilo sabiendo que mi hermano me está preparando un plan para acabar con cierta dignidad y totales garantías.

Por las charlas que tenemos, lo de preparar un maratón me recuerda y mucho a mi época de rockero guitarrero –guitarrista es el que sabe tocar y guitarrero el que aporrea las seis cuerdas-. Todo eran ensayos y más ensayos hasta que llegaba el día del concierto -en mi caso hubo pocos pero los hubo-. El día D todo era coser y cantar porque le habíamos metido muchas horas en el local. Lo costoso no era tocar ante 15 o 20 personas sino ensayar.

Me imagino que la carrera se nos pasará volando. En algo menos de 4 horas –en el mejor de los casos- se habrá esfumado lo que habremos preparado durante muchas semanas. Según mi hermano Jorge, lo que mola no es correr un maratón sino prepararlo. Y eso es lo que está a punto de llegar: entrenar. Aunque sea con calores de estos sofocantes habrá que cumplir a rajatabla el plan que me pase mi brodel.

Pero claro, como me ha picado el venenillo del trail, un mes y medio antes de ir a Donosti, habrá que hacer escala en la Sierra de Guara porque los días 5 y 6 de octubre se celebra uno potente en Alquézar. Y ya estoy apuntado, a la distancia corta, of course.

Por lo tanto, hay que seguir como sea y no reblar en este intento. Supongo que la recompensa con mi hermano merecerá la pena.

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Prejuicios que perduran

Entendemos por prejuicio toda aquella opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal. Por desgracia estamos acostumbrados a escuchar las idiotadas de muchos que juzgan lo que se les viene en gana, fulanos que lanzan ofensivas sin ningún tipo de rigor.

La casa automovilística Volvo sabe de qué va todo esto de los juicios carentes de valor. Seguro que muchos de vosotros habéis escuchado eso de los “coches fúnebres”, “modelos cuadrados” y gilipolleces similares. Hace años su línea de diseño era muy distinta a la actual y ahora la marca sueca hace unos cochazos que te mueres. Pero, hete aquí, sigue habiendo quienes hablan de los Volvo teniendo como referencia modelos de hace cuatro décadas. 

Si se topan con algún fulano de este pelaje y les dice que los Volvo son coches espartanos, rectangulares y mazacotes pregúntenle sobre Cariñena. Hagan la prueba. Me juego una mano a que desempolvan maliciosamente los calificativos de “peleón, alcohólico y duro que hasta puede cortarse con cuchillo y tenedor”. ¿A que sí?, ¿eh?.

Yo me sigo acalorando cuando escucho testimonios de este tipo. Vale que no todo el monte es orégano y que en Cariñena, como en casi todas zonas vitivinícolas, hay vinos vulgares, corrientes, mediocres pero también otros de quitarse el sombrero.

Nadie está en condiciones de despotricar y ni mucho menos de generalizar porque en esta denominación hay vinazos capaces de rivalizar en cualquier lugar –doy fe-.

En la actualidad, despojada de aquel lastre, Cariñena ofrece una imagen renovada que cualquier persona con un mínimo de interés y respeto hacia el vino capta a la primera. Pero lamentablemente, al igual que hay quienes no se comprarían un Volvo ni a la de tres, también perduran las personas que asocian el Cariñena de hoy con el de hace años. Para todos esos un mensaje alto y claro: romped esa obstinación y no castiguéis lo que procede de una zona en la que el término estatismo no ha existido nunca.

P.D.- Otro día subo una retahíla de vinos que dan cuenta de lo que se está haciendo en Cariñena… para convencimiento de incrédulos.

«Hala tira maeo»

Zaragoza. Sábado. Zona centro. Hora del vermú. El bar a reventar. Un servidor pide una botella de tinto joven y cuatro tapas para tomárselas con la cuadrilla. El camarero trae las copas y, por lo ralladas que estaban, debían tener más años que el propio garito.

La botella en cuestión estaba a una temperatura que abrasaba. Pregunta al camarero: «disculpe, ¿me puede traer si es tan amable una cubitera para enfriar el tinto?». Respuesta que recibo: “hala tira maeo, ques tintooo”. Eso es lo que entendí si bien el palillo que llevaba el mozo en la boca le entorpecía la dicción y dificultaba mi entendimiento. Resultado, repite que te repite hasta que llega la cubitera. Y encima como si ofendiera al camarero, a la botella y hasta la dignidad del establecimiento.

Ante esta situación había cuatro formas de reaccionar. Una: te quedas impasible. Dos: intentas ocultar la cara de bobo que se te queda. Tres: montas un cirio. Cuatro: sales pitando del bar y dejas las tapas tal y como te las han servido.

Que cada cual elija la opción que más le convenga y que se ate los machos si se encuentra ante una situación de este calibre. Ahora bien, no es ni para quedarse impasible, ni para poner cara de somarda, ni mucho menos para montar un cirio y, a lo sumo, para no repetir. La jugada se solventa con la figura de alguien que le explique al camarero cómo debe tratar al cliente, primero, y al vino después.

P.D.- Camarero fucker

Trail Sobrarbe

Primera vez que los Navascués brothers participábamos en una carrera de montaña. Quisimos que fuera en el Ultra Trail del Sobrarbe ya que encajaba en fechas, en accesibilidad y en recorrido. Tenía una distancia y un desnivel asequibles –hicimos la prueba de 24kms y 1.750mts de desnivel-; y sobre el paisaje imaginad lo que supone unir Bielsa con Gistaín, terminando en Plan. Una pasada.El día previo a la carrera salimos hacia el Sobrarbe con dosis de incertidumbre e ilusión en idéntica proporción. Jorge no recuperó del todo el palizón que se metió en la Quebrantahuesos -tampoco es fácil hacer 6h11min- y yo sigo con mi anarquía en los entrenamientos, fumando y llevando una alimentación desastrosa. De todo ello hablamos en el coche, en Aínsa –donde nos tumbamos un par de cañas-, en Tella mientras hacíamos algo de turisteo y en Bielsa, en una terraza –reincidimos en las cervezas- y luego en el hotel –cambiando cebada por vino, que es lo nuestro-.

En la línea de salida ubicada en Bielsa... aunque ponía meta

En la línea de salida ubicada en Bielsa… aunque ponía meta

A la falta de los entrenamientos de mi hermano –que no había corrido ni un solo kilómetro desde diciembre pero sí había ciclado no sé cuántos mil- le teníamos que sumar mi condición de popurruner y, sobre todo, el no saber a lo que nos enfrentábamos. Éramos conscientes de la chaqueta que nos íbamos a meter y decidimos salir con mucha calma.

Pero claro, conozco a mi hermano y sabía que no iba a cumplirlo. De hecho los dos primeros kilómetros los hicimos a un ritmo altísimo -4´30´´/km-. Sin embargo, llegaron las primeras rampas y éstas nos pusieron en su sitio.

Último esfuerzo para rematar el Collado de la Cruz de Guardia

Último esfuerzo para rematar el Collado de la Cruz de Guardia

La subida al Collado de la Cruz de Guardia es durilla. Hay pocos tramos en los que el trazado te da un respiro y, por eso, hicimos casi todo el repecho andando. Y menos mal que el bosque mitigaba el sol, que a esas hora caía de lo lindo. Constantes, con alegría, a un ritmo cómodo, comiendo y bebiendo lo que mi hermano me decía, poses para fotos y, hete aquí, el collado asomando a lo lejos. En 01:44:45 llegábamos con las pulsaciones a mil por hora pero más frescos de lo que pensábamos. Nos hicimos un par de fotos, rellenamos los bidones, comimos fruta y a bajar por la senda –por cierto bien marcada y pintada… se nota el repaso que le dio la organización días antes-.

El descenso fue bien salvo un momento de desorientación. Estuvimos dudando un par de minutillos pero nos acoplamos a un grupo muy majete. Cada cual a su marcha, todos muy pendientes del suelo –porque había piedras semi escondidas que nos costaron más de un tropiezo- y casi juntos entramos en Serveto (02:33:57).

Para el recuerdo con el macizo del Cotiella detrás

Para el recuerdo con el macizo de Cotiella detrás

Sabíamos que todavía quedaba la subida a Gistaín y, sin duda, ese fue el peor tramo. Estábamos un poco tocados y las piernas empezaban a reírse de nosotros. Pero como el brodel llevaba magnesio fuimos engañándolas un tiempo.

Esa parte del recorrido es igualmente espectacular que las demás. Lo que ocurre es que como nos lo tomamos con mucha filosofía le sacamos partido tirando fotos y grabando algún vídeo. En ese momento seguíamos bien colocados aunque la posición nos la traía al pairo. ¿Qué más da?. Lo prioritario era disfrutar y lo estábamos haciendo en cada zancada.

Meta, sinónimo de allegadores

Meta, sinónimo de allegadores

A Gistaín llegamos en 03:21:57. Fueron minutos durillos pero todavía nos quedaba un poco de fuelle, el justo para llegar a la meta. Al final, tras 03:48:47 cruzamos el arco que estaba ubicado en Plan, junto al río. Momentazo de abrazos y emoción, charla con otros corredores, camiseta de “allegador” y alegría desbordada.

 Teníamos muchas ganas de que llegase aquel día y pasó en un visto y no visto. Eso sí, el recuerdo que guardamos perdurará por los siglos de los siglos. Y el agradecimiento y las felicitaciones a la organización –incluidos unos voluntarios de bandera- también.