Acabo de leer un artículo en una de las webs que consulto con frecuencia, –http://www.gastroeconomy.com se llama ella, totalmente recomendable- y me ha parecido interesante compartir con ustedes una de sus entradas más recientes.
Habla de las últimas tendencias que están aconteciendo en el mundo del vino y, a pesar de no profundizar en exceso -tampoco hay que desgranar el asunto hasta el más mínimo detalle, al menos en este caso-, sí enumera los nuevos rumbos que está trazando la locomotora vitivinícola. Unos son previsibles y otros no tanto, pero que estén agrupados en un mismo ranking es algo que sirve para hacerse una ideal global de lo que está pasando hoy en día.
La primera de las corrientes habla de cómo se ha dispersado la influencia mediática, es decir, que ya no sólo son los grandes gurús de la comunicación o las guías anuales las que sirven de referencia al consumidor. Redes sociales, blogs específicos, páginas webs y demás soportes se han convertido en los nuevos críticos y cronistas sin que éstos, obviamente, desbanquen a los primeros espadas de la información vitivinícola. Advierte el reportaje que “no es oro todo lo que reluce” y sugiere escoger y contrastar a los nuevos predicadores para seguir un ejemplo certero y sin desvirtuar.
Continúa diciendo que internet se ha consolidado como banco de pruebas ya que ahora no basta con dar oídos al crítico o al distribuidor –aunque no se les descuida-. Las tres uves dobles se emplean para testar y escuchar a todos esos posibles clientes anónimos que pueden pasar de potenciales a reales. Así, de esta manera, es el propio sector quien debe conseguir y ordenar esa información que, permanentemente, proporciona la red.
La tercera tendencia, una de las más evidentes pero también una de las más pretendidas, dice que beber ya no es una oposición. El vino comienza a contemplarse como una herramienta de disfrute, un producto que suministra placer. Ya no hay que pasar un examen para descorchar una botella y el mensaje que lanza el aficionado es cada vez más natural. El experto ha dejado de infundir respeto porque de lo que se trata es de complacerse en cada sorbo. A ver si esta tendencia, como moda, no es pasajera y se reconvierte en norma básica.
No hay una variedad en concreto. Se reconocen las cepas intocables pero el monopolio de la Tempranillo, que durante tantos años perduró, ha sido destronado por el boom de otras cepas entre las que se encuentra nuestra admirada Garnacha. A las que antes se las miraba de reojo ahora se les dedican piropazos y así de la variedad se ha pasado a la “variedad de variedades” –cito textual la reseña de gastro economy-. Godello, Mencía, Monastrell… las castas españolas pasan por un momento álgido y eso es buen síntoma.
El mismo caso que están experimentando las variedades se puede extrapolar a regiones productoras. En los últimos años hemos sido testigos del renacer de zonas que, históricamente y ante todo, han sido granelistas pero en estos momentos hacen cosas increíbles. ¿A que han probado recientemente vinos de Jumilla, Almansa, Cigales, Bierzo o Montsant?. La relación calidad- precio está en alza y en muchas de las bodegas de estas denominaciones es posible encontrar relucientes duros a cuatro pesetas.
Sin embargo, a pesar del florecimiento de algunas zonas vitivinícolas, también está en boga incidir y revisitar a los grandes de nuestro país. Los viejos rockeros nunca mueren y, por esta sencilla razón, conviene tener en cuenta a nuestras vacas sagradas como muchos riojas y riberas de toda la vida. Reinventar un clásico es sinónimo de modernidad y actualización. Por lo tanto marca tendencia.
También está en alza el toque solidario, la responsabilidad y concienciación social que muchas bodegas ya tienen en cuenta. Los fines benéficos y el apoyo a los más desfavorecidos es algo que el consumidor valora positivamente. Por eso es una tendencia que también debería permanecer sin atender a cuestiones temporales. Y ese mismo interés humanitario se aplica igualmente a la ecología, un valor que se reconoce y suma puntos. Hace unos años encontrábamos escasos vinos ecológicos y, poco a poco, han ido subiendo… aunque no terminan de calar definitivamente en nuestro país, todo sea dicho.
Otra corriente que gana presencia en el sector es el vino por copas. El consumidor exige que haya una mayor oferta y referencias de mayor calidad para tomarlas sin necesidad de despilfarrar los 75 centilitros. Este ejemplo es cada vez más notorio, por ejemplo, en la capital aragonesa. Si es algo que el usuario ha pedido a gritos, ¿por qué hay hosteleros que siguen con las orejeras puestas?.
Por último, el diseño atrevido es algo que funciona y la cara externa de la botella está tan de moda como que muchos impulsos de compra están motivados por el primer impacto visual. Lo sobrio y clásico ha dado paso al desenfado y a la provocación. Veremos si el mercado continúa con moderneces o retoma los cánones de la vieja escuela.