Mi experiencia en la Ultra Trail Guara Somontano empezó la noche anterior en Barbastro, en el restaurante El Trasiego de mi amiga Natalia. Llevaba intentando ir no sé cuántas veces y hasta ese día no había podido. La espera, que no hizo mas que incentivar la expectativa, mereció mucho la pena porque cenamos de lujo. Que si unas amanitas salteadas, huevos rotos con foie, unas croquetas de patata trufada, solomillos, chuletas, chocolates de mil texturas y formas… todo escoltado por tres somontaneses que estaban de muerte (Viñas del Vero Riesling 2012, Lágrimas de Obergo 2012 y 12 Lunas 2009). Tras la cena entre amigos –de los buenos-, unos cigarrillos bien amarrados por un gin-tonic en la terraza de La Viuda y corriendo a dormir. No es la mejor forma de preparar la previa de un trail pero tampoco vamos a renunciar a ello, ¿no?.
A las 06:45 de la mañana del sábado recibo un mensaje de mi hermano y ya no puedo conciliar el sueño. Di que el despertador estaba a punto para las 07:15 y tampoco ganaba demasiado haciéndome el remolón en la cama. Es más, el mensaje –además de los ánimos que contenía- me vino bien para salir pitando hacia Alquézar.
Termino de preparar todo y, con el absurdo nerviosismo previo a una carrera, pongo rumbo a la salida. Llegué a tiempo para ver la salida de los ciborgs que se enfrentaban a la prueba reina con 96 kilómetros y un desnivel que acojonaba solo con repasar el perfil con el dedo. Quince minutos más tarde salieron los animalicos del Long Trail (versión 50kms) y pasadas las 09:00 nos tocó a nosotros, a los cerca de 190 corredores que habíamos escogido el trazado más asequible (37kms y 1.959 mts de desnivel).
Caras conocidas, amigos, fotos y cohete al cielo. Empezaba el baile con un descenso precioso hacia el Puente de Villacantal. La noche anterior había llovido bastante, el ambiente era húmedo y muchas partes del sendero se habían convertido en pistas resbaladizas. Pero mis nuevas zapas -obsequio de brodel- iban como un tiro, ni un traspiés, ni un resbalón.Cuando llevaba una hora justa de carrera pasamos por Asque. Paso literal, porque hice el control y continué sin detenerme en el avituallamiento. A partir de ese lugar, bajada cojonuda hasta el Puente de Fuendebaños y, ta-ta-chan, pasarelas a la vista. La subida, además de espectacular, fue más llevadera de lo que creía. Así, en 01:43 minutos me planté en Alquézar. Viendo luego los tiempos, iba en la posición nº43. Muy animado, con buen ritmo y decidido a por el tramo que nos dejaría en el Collado de la Viña. Hasta aquí todo bien, demasiado bien.
Le había dicho a mi hermano Jorge, días antes, que me conformaba con hacer el trail entre 06h y 30min y 08h. Sabía que podía rascar las 05h y llevaba un subidón tremendo. Me estaba imaginando la llamada al brodel diciéndole que había hecho el total en menos tiempo del previsto. Eso me animaba y sabiendo cuánto se alegraría quería seguir fuerte –dentro de mi modestísima capacidad, of course-.
En el control de paso del collado casi ni me detuve. Fiché, no repuse bebida, trocicos de plátano a la boca y corriendo para no perder tiempo… pero en dirección opuesta a la que llevaba el Trail. Ese tamo, al igual que todos, estaba bien marcado/indicado pero la prisa, el despiste y las ganas de hacerlo bien me llevaron al recorrido que no era. No tenía ni idea de lo que estaba a punto de suceder.
Cinco kilómetros más tarde veo a Michel Borrás, el hermano de mi amigo Kike que iba a por los 96kms, y cuando me ve la cara le cambia de color. “¿Qué haces aquí?”, me dice, “¿sabes que estás en el recorrido de la Ultra Trail?”.
Hostias qué desesperación, qué bofetón anímico, qué horror. Por un momento dude si continuaba hasta el próximo avituallamiento de la Ultra, que estaba a 300 metros, y abandonaba allí o, por el contrario, deshacía camino hasta el punto de control por el que había pasado.
Lloros, rabia, sin líquido, solo, con una mala virgen terrible, totalmente desmoralizado… total que decido volver y abandonar en el Collado de la Viña. A todo esto, cuando la cobertura daba tregua, informaba por wasap a la familia. Sus respuestas animaban un huevo aunque, por dentro, estaba destrozado. ¡¡¡Puto despiste!!!. Todo se había ido al traste y solo quería llegar para darme por vencido. Tuve sensaciones que jamás había tenido. Indescriptible cómo me sentía en esos instantes.
De nuevo en el Collado le pregunto a un voluntario en qué posición había entrado antes (el despiste me costó 10kms más y 01h40min de desgaste) y me dijo que el nº44. Tras un sonoro “me cagüen la puta”, y casi de manera inconsciente, puse rumbo a Radiquero. Lo hice a duras penas porque nunca había corrido más de 24 kilómetros y llevaba acumulados 38 en total con su correspondiente desnivel. Me resistía a ceder en el empeño y volver a casa tocado y hundido.
Ese tramo fue desesperante: desvariando, sin apenas correr, de hecho me venía justo para andar erguido y en línea recta, fundido por el sobreesfuerzo, desmotivado, triste… un puto calvario.
En las primeras calles de Radiquero saqué el chip con la intención de dárselo a la organización y retirarme. Estaba a menos 4,4kms de la meta pero no podía dar ni un paso más. Así que totalmente derrotado y con un pésimo sabor de boca estaba a punto de renunciar… hasta que aparecieron mi hermano y mi primo Luis.
Habían leído los mensajes, se pusieron de acuerdo, cogieron los coches y se plantaron en Guara. Sabían que iba a tirar la toalla. En ese momento, roto por la emoción, desaparecieron las molestias estomacales, los dolores de las rodillas, la fatiga… fue la cabeza la que se repuso del golpe y la que me llevó hasta Alquézar.
Si os digo la verdad, soy incapaz de transcribir aquellas sensaciones, entre abrazos, lloros, agradecimiento y orgullo. Fue, sin duda, lo mejor de esta experiencia y el motivo de no haber reblado y continuar hasta el final.
Los últimos kilómetros dolían menos. Ya no había flaquezas ni desaliento -aunque el cuerpo estaba en las últimas-. Siete horas desde que escuchamos el cohete en Alquézar, y 46 kilómetros después, llegaba a la meta con sentimientos enfrentados. Guardaba cierta rabia por aquella equivocación pero estaba rebosante por no haber renunciado.
Saqué muchas conclusiones del Ultra Trail Guara Somontano. La principal es que soy un afortunado por estar rodeado de una familia que se desvive en los pequeños y grandes detalles. Por ellos, por mí y porque la propia carrera es acojonante, volvería a hacerlo mil veces más.
Al año que viene regreso más centradico –con gps aunque sea- y no gasto más sendero del que exija la organización. ¡¡¡ Puto y, a la vez, bendito despiste!!!.