De finde en Benasque

Casi nada la que se montó en Benasque el pasado fin de semana. Fueron casi tres intensos días -26 y 27 de julio- para acoger al acojonantemente guapo Gran Trail Aneto-Posets. Y no creáis que resulta fácil recopilar todo lo que sucedió entre la noche del viernes y la del domingo; estuvo tan de puta madre, de hecho, que se posiciona, a día de hoy, como uno de los mejores findes en lo que va de año. Todavía estoy flipanding.

Esto de corretear me gusta –siempre desde mi modesta condición de trotón/disfrutón– y si es por el monte todavía más. Será por mi corta experiencia en carreras pero nunca antes había estado en una prueba trailera de semejantes dimensiones. Di que los big firends de la UTGS también la lían parda en Alquézar, pero claro, en Guara el número de participantes es muchísimo menor –el por qué no viene a cuento- y eso se aprecia en el mogollón que pulula por las calles y montes durante el transcurso de la prueba.

Más de 2.400 inscritos en las cinco modalidades que la organización planteó y ambientazo apoteósico el que se respiraba en Benás. Todo el valle volcado en la prueba, calles repletas de corredores y acompañantes, terrazas a tope, buen rollo contagiado, amigos y conocidos con los que te topabas cada cuatro pasos, unos con nervios –los corredores- y otros –véase servidor- con una permanente sonrisa de oreja a oreja. Vaya pasada. Por cierto, creo que era el único del pueblo que llevaba las piernas sin depilar.

Por suerte pude disfrutar de todo el finde ya que el viernes antes de cenar ya estábamos mi santa y yo callejeando por el pueblo. La primera toma de contacto fue en el pabellón polideportivo, mientras recogíamos los dorsales. Allí pusimos en práctica un vocablo tan aragonés como es capazo, que significa entablar largas y afables conversaciones con gente de bien en un ambiente distendido, cordial y bla-bla-bla… charrar por los codos, vaya.

Esa misma noche coincidimos ya, entre otros, con Víctor&Noe, compadres del mundillo audiovisual, y, tras una riquísima cena pantagruélica, fuimos a ver a los 275 extraterrestres que tomaban la salida de la prueba reina. Me sigue pareciendo una salvajada plantearse si quiera hacer algo así: enlazar 109 kilómetros y salvar un desnivel de 7.000 metros por un terreno que en ocasiones pasa de complicado a técnico que te pasas -38,8kms transcurrían por encima de los 2.000 metros de altura… al loro-. Creo que ni naciendo tres veces podría culminar una pechada de este calibre.

El sábado tocaba dar un paseo mañanero desde Los Llanos del Hospital hasta el refugio de La Renclusa. El propósito era almorzar en plan light –si no conocéis cómo cocina Antonio Lafont, el guarda, ya estáis tardando-. Subida amena de nuevo con Víctor&Noe, sol sacudiendo fuerte, risas, cervezas, tumbing y longaniza con fritada. Tira. A ver cómo se mejora eso.

Se nos pasó el día sin darnos cuenta aunque todavía quedaba animar en la Avenida de los Tilos de Benasque a los que iban entrando a meta. Algunos de la Ultra, otros de la Vuelta al Aneto (58kms y 3.700mts de desnivel) y también los del Maratón de las Tucas (42kms y 2.500mts). Las imágenes que se sucedían en la recta final eran súper emocionantes. Gente que entra rota, otros que demuestran entereza, corredores acompañados por sus hijos, unos que sonríen, otros que no pueden contener las lágrimas… cuánto conmueven las líneas de meta. Al menos a mí.

De nuevo cena “ligera” y a dormir. El domingo había que estar a punto para ver la salida de los mediomaratonianos (23kms y 1.250 metros de desnivel en torno al Pico Cerler) y treinta minutos más tarde debíamos colocarnos en posición para hacer el recorrido más corto: 9kms y 450 metros de desnivel. Me apunté a esa distancia con mi santa, era su primera vez. Trotecito hasta Anciles, subida caminando en sombra y con buena temperatura, avituallamiento en la base de la estación invernal, bajada entretenida por un par de PR enlazados y meta. Tan ricamente. Por cierto, la santa entró en la posición nº18 de la general femenina y sexta en su categoría. ¿No está mal para ser su bautismo, no?.

Luego nos marchamos pitando a Castanesa porque nos esperaba un futuro campeón mundial de todo lo que se proponga porque para eso es grande a pesar de su corta edad. Momento padre, sorry.

El finde fue intenso, divertidísimo, emotivo y con apañeros del metal que, en mayor o menor medida, enriquecen cualquier coincidencia. Además de los momentos no traileros me he dado cuenta de que las carreras de montaña no solamente se corren; también se pueden disfrutar desde la barrera. Vivir un ambientazo como el que rezumaba la Gran Trail Aneto- Posets justifica cualquier desplazamiento. Formar parte de algo tan grandioso, aunque sea vestido de civil, enriquece un montón. En mi caso, antes que popurruner he sido andarín montañés. Por eso esta fusión de zancadas y monte me encanta.

Sabe dios qué sucederá en julio del año que viene. Si estoy para correr me colgaré un dorsal más exigente –ultra trail no, gracias, que le tengo aprecio a mi vida-. Y si me tengo que conformar con animar a corredores a los que admiro pues tan ricamente. Benasque, espérame otra vez que subiré.

P.D.- Las imágenes -salvo la última- son de Javier Barahona/Trangoworld 2014

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KDRTrail… ya verás dentro de unos años

Hay carreras que tienen un carácter lucrativo que se huele a lo lejos –seguro que recordáis alguna- y otras que, por el contrario, pretenden agradar al corredor haciendo todo lo posible para que se lo pase en grande. Para lograr ese fin los organizadores despliegan un sinfín de armas que pasan por un recorrido atractivo, precio de la inscripción súper ajustado, atención, sonrisas y pequeños detalles que hacen grande a una prueba humilde. Incluso aunque acabe de nacer.

La primera edición de la KDRTrail cumplió esos y otros requisitos convirtiéndola en carrera deseada para los 400 inscritos que fuimos colocándonos en la línea de salida –había versión trailrunnera y también senderista-. Y es que, además del “no sé qué” que tiene cada carrera, la celebrada en Cadrete el pasado 12 de julio fue acojonantemente guapa.

Subir y bajar de noche a Las Planas de María -trazado de por sí sugerente- seis eurolos de inscripción incluyendo frontal y manguitos en la bolsa del corredor, currados avituallamientos (uno a mitad de recorrido y otro más generoso tras la línea de meta), colaboración de otros colectivos del pueblo como el Club Ciclista Cadrete, buen rollo, sorpresas en mitad del camino (un hombre lobo que salía de la nada acojonando al personal y un jamón esperando al valiente que se lo echase al hombro y corriera los diez kilómetros con él encima), voluntarios sonrientes, buen rollo entre corredores… esa fue la carta de presentación de una aparentemente humilde carrera a la que se le augura larga vida.

Servidor hizo la suya, en principio con ganas de darle duro, pero flojando por flojera en el kilómetro tres. Me había levantado a las 04:30 de la madrugada, había estado currando al sol sin tregua, tuve que entretener a la chavalería al llegar a casa y tumbar, por deseo propio, jarricas&cigarros antes de echar a correr. Total, que no fueron excusas porque la fuerte subida de la primera mitad de carrera me puso pronto en el sitio que debía ocupar –qué falta de fuelle, copón-. Chino- chano y a la marchica fui trotando/andando hasta coronar el alto y luego bajando a fuego por pistas y senderos. El discreto crono (57´41´´) lo de menos. Lo importante fue disfrutar de lo lindo, coincidir con amigos y formar parte de esta carrera. Al año que viene iré y seguro que no seremos 400. Muchos más se sumarán a esta cita porque el boca-oído ha empezado propagando la calidad de esta KDRTrail.

Enhorabuena a la organización y muchas ediciones que vengan.

 

Rosé mon amour

No termino de entender por qué seguimos arrinconando al rosado, pobrecico mío. Todavía hay quienes lo rebajan hasta posiciones de escasa estima cuando, en realidad, es un tipo de vino que tiene todas las de ganar. Le sobran motivos para encandilar a cualquiera.

En muchas ocasiones hemos escuchado argumentos con poco fundamento y, qué casualidad, siempre vienen de personas no iniciadas. Los “no sé, a mí no me gustan”, “nunca me ha dado por ahí”, “no son ni una cosa ni otra” o “como mucho el Lambrusco” son habituales. Sin embargo -también nos ha sucedido- esos razonamientos se invierten cuando los prueban. Entonces el discurso cambia por completo.

Y yo me pregunto, ¿qué ha hecho el rosado para merecerse semejante desdén?. Hay que tener en cuenta que hoy es cuando mejor se elaboran y, por lo tanto, cuando más ricos están. Las elaboraciones se han afinado, se juega con otras variedades y en definitiva se ofrecen productos que nada tienen que ver con los que se hicieron en otros tiempos.

Mientras sigue coleando la eterna duda de si es lo mismo el rosado que el clarete –ahora no viene a cuento la explicación- los índices de consumo en Españistán continúan cayendo en picado año tras año (un 1,5% en 2013 según Nielsen). La falta de interés hace que sea el patito feo del vino… y no es justo.

Por norma general, pregúntenselo a cualquiera, en lo que a bebidas se refiere preferimos lo frío a lo caliente y nos decantamos antes por lo dulce que por cualquier otro sabor. Y ya, si le ponemos chispa con burbujitas no les quiero ni contar. El rosado agrupa todo ello, además, a precios más que razonables, porque encontramos vinazos de esta tipología por cuatro perras.

El de Aylés es el único rosado de Vino de Pago de nuestro país

No soy el primero que lo hace, ni mucho menos, pero me parece oportuno adular al rosado a través de estas páginas. Porque entre todos debemos motivar su consumo, porque en Aragón no hace falta buscar demasiado para encontrar magníficas referencias, porque hace calor –aunque para nada son vinos estacionales- y porque me da la gana a mí… ¡¡¡qué pasa!!!.

Puesto que ha de predicarse con el ejemplo, también creo conveniente listar algunos de los motivos por los que debemos engancharnos a este (maltratado) tipo de vino. En muchos casos cumple a rajatabla el bueno, bonito y barato.

Por sensaciones

Un rosado es una explosión, un bombazo de fruta y juventud -con aparente ligereza- cuya frescura los hace irresistibles. Resultan tan golosos como si entrásemos a una tienda de chucherías y metiésemos la nariz en los cajones de frambuesas, fresas, cerezas y demás frutas. Ahí es donde entra en juego el escuadrón de variedades que se utilizan. Y es que, además de los clásicos garnacheros, encontramos otros que toman como base Merlot, Pedir Verdot, Sumoll o Mazuela. Para más INRI, si además llevan un punto de aguja las sensaciones de viveza se multiplican y por lo tanto el baremo placentero sube como las propias burbujas. Por acidez e incluso por cuerpo, porque la tendencia que viene es la de elaborar rosados con más carrocería, son vinos infalibles. Además, podemos encontrar un montón de alternativas en el mercado.

En Aragón manda la Garnacha

Por referencias

Centrémonos en lo que ofrece Aragón, para qué levantar tanto el vuelo. Hay zonas que antes más que ahora se asociaban irremediablemente con los rosados. ¿Se acuerdan, por ejemplo, de la fama que alcanzaron los de Calatayud?. Hoy en día siguen estando ahí y están si quiera más ricos que aquellos. En cualquier denominación de origen o zona de vino de la tierra encontramos un puñado de buenos ejemplos que, en muchos casos, parten de la Garnacha como componente dominante aunque se juega con otras cepas… y eso mola, la diversidad. Los hay con menos cuerpo, otros con más envergadura y poderío, con y sin carbónico, con una escala cromática más diversa de lo que creemos… la heterogeneidad vinícola aragonesa también afecta a los rosados, a los ricos y joviales rosados hechos aquí.

Por precio

Echando mano de la oferta que propone una vinatería zaragozana en su web, el precio medio de las 13 referencias que llenan los estantes es de 4,9€. Y eso que hablamos de que el más barato está en 3,6€ y el más caro en 7,9€. Por menos de 5€ tenemos muchísimas alternativas y eso no lo cumplen otras tipologías. Hablamos de precios más que razonables para disfrutar a diario. Si hiciésemos esta comparativa con blancos y tintos jóvenes la tarifa media no saldría tan ajustada ni de lejos. Por lo tanto, el precio también es uno de los valores que manifiesta el rosado para auparse en la consideración que merece.

Por matrimonios

¿Se impondrá la tendencia de menos color?

Las opciones de maridaje que ofrece el rosado son amplísimas. Da igual que le pongas una ensalada, un cochinillo o un pulpo. Se comporta maravillosamente bien. Lógicamente esto de las armonías tolera muchas más opciones de las que pensamos y, además, cada cual tiene sus gustos. Pero quiero insistir en el mogollón de buenas compañías. Prueben, por muy extravagante que les parezca, porque se sorprenderán casi siempre… y para bien.

Por tendencia

En España los tenemos menospreciados pero otros países, como Francia, se están reenamorando de estos vinos. Se intuye una tendencia regresiva hacia los rosados, porque empiezan a ser los fashion entre la gente joven. Ojala sean moda –no pasajera- y esa corriente llegue también a la península.

Entonces, ahora… ¿abrimos unas botellas?.