Un GTAP apasionante

Tenía previsto hacerlo sí o sí pero volvía súper ilusionado a Benasque, con una motivación extra. La organización del Gran Trail Trangoworld Aneto- Posets me había propuesto hacer de speaker en una prueba que descubrí el año pasado y me alucinó.

Varios amigos –de los buenos- querían correr su primera carrera por montaña y se habían inscrito semanas antes a la distancia más modesta. Pero lo que dije durante el rollo interminable que solté en la línea de meta: cualquier recorrido merece todos mis respetos. Tanto mérito tiene quien se prepara una ultra, como el que se inicia y decide coger el toro por los cuernos colocándose por vez primera un dorsal. Así que, queridos míos, ¡¡¡felicidades por lo que firmasteis!!!. En principio la intención era acompañar a mis friends durante todo el fin de semana pero claro, la encomienda microfonada también mediaba. De qué manera, además.

La noche del viernes prometía…

Había que darle el pistoletazo al Gran Trail, la prueba reina, la que más expectación despierta. ¡¡¡Buf, qué momento!!!. Fue mucho más intenso y emocionante que la de 2014. Y es que además de zambullirme en un ambiente acojonantemente emotivo, tenía el honor de iniciar la cuenta atrás y de decirles a los 300 ultrafondistas que hiciesen el favor de mantenerse despiertos. Porque sólo alcanzan los sueños los que, cuando llega la hora, saben estar despiertos. ¡¡¡10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1… infinito!!!. Hay que estar allí para vivir algo tan fugazmente intenso. Una pasada.

Los corredores se marcharon y los cientos de personas que estábamos en la Avenida de los Tilos nos fuimos retirando poco a poco –unos a casa y otros a tomar unas gotetas por su sitio-.

Amaneció el sábado…

Mañana relajada y entretenida viendo el ambientazo que había en Benasque. Todo muy tranquilo y cordial hasta que el reloj marcó las 13:15 horas. En ese preciso instante nuestro amigo Pablo Franco (www.unoquecorre.com), que estaba haciendo la GT de 109kms y 7.000mts+, entró en el pueblo tras haber culminado el primer bucle. Hostias qué momento. Fue verlo y salir pitando con él unos metros. Me dijo que tenía mucho sueño y que le rondaba la idea de abandonar. Todos mis ánimos fueron para él y os aseguro que se me cayeron unas lagrimillas cuando lo vi marchar hacia el siguiente avituallamiento. 14 horas más tarde, es decir, a las 3 de la madrugada, entraría en meta casi sin fuerzas pero, como recoge en su crónica, “tocaba el cielo”.

A eso de las 14:00h del sábado fui a cogerle el testigo a Toñín Laguarta, también speaker de la carrera; un tipo que derrocha buen rollo incesantemente. Desde ese momento y hasta las 22:00h fue un sin parar. Recibir a los vencedores de las pruebas que estaban en marcha, charrar unos minutos con el mismísimo Luis Alberto Hernando, animar a los de la GT que iniciaban el segundo tramo de la prueba, entrevistar a todo cristo, contar anécdotas y datos curiosos de la logística que conlleva una prueba de estas dimensiones, felicitar a amigos y conocidos que terminaban –véanse José Fabana, Roberto González, los Corredores del Ebro y la cuadrillita buena de Muel, entre otros- … yo que sé lo que pude largar en ocho horas seguidas.

Fue una tarde intensa e irrepetible. Lo que más me impactó fueron los momentos emotivos que se concentran en la meta. Gente que entra fundida y tan sólo reserva fuerzas para levantar los brazos; otros que dan los últimos pasos acompañados de familiares; otros que por el mero hecho de acabar lloran desconsoladamente… hubo momentos en los que tuve que alejarme porque soy de lágrima fácil y me contagio rápidamente de esa emoción.

Volvió Toñín a por el micrófono y servidor se marchó a dormir porque al día siguiente debía estar en Panticosa a primera hora.

Llegó también el domingo…

Mientras conducía temprano –disculpen mi imprudencia, señores agentes- estuve muy pendiente de mis compis, que salían a las 09:00h para darle la vuelta al Molino de Cerler. Whatsaps a fuego de júbilo porque todos hicieron lo que tenían previsto hacer. ¡¡¡Qué bien saben las alegrías cuando son compartidas por gente que quieres!!!.

Correr no es sólo encadenar zancadas. Va mucho más allá. En este caso puedes incluso llegar a percibir las sensaciones que tienen 2.700 tipos que han invertido horas y horas de su tiempo para afrontar unos recorridos que asustan y emocionan al mismo tiempo. Todo eso se percibe en la línea de meta. Por eso el privilegio de poder contarlo en voz alta es lo que hace que el Gran Trail Trangoworld Aneto- Posets sea, desde hoy mismo, mucho más que una carrera por montaña. Al menos para mi.

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Cartas (y no precisamente de amor)

Se sigue viendo cada gazapo en determinadas cartas que a uno, que siente cierta predilección por el vino, se le llevan los demonios. Ya no lo digo por apartados en los que se mezclan churras con merinas o por las alucinógenas faltas de ortografía, que también. Lo digo por errores de base, por estar mal construidas desde el principio.

No se trata de tener una retahíla interminable de referencias, sobre todo si se trata de vinos de segmento alto porque esos, pobrecicos, se mueven poquito últimamente. Desde mi modesta opinión debe primar la selección, vinos que tengan buena rotación y que, además, estén acorde con la oferta gastronómica del establecimiento. A partir de ahí, las zonas, tipos, variedades y demás están regidas por las perricas, el espacio y la estima que el restaurante le tenga al vino.

Ahora bien, elegidas las referencias, siguiendo una estructura sencilla -blancos, rosados, tintos, espumosos y dulces, con las subdivisiones que cada cual quiera- ojito con la información que se ofrece. Quizá por ser demasiado conformista a mí me sirve con zona, marca, tipo de vino, variedades y meses de barrica. Punto. Porque cuando empiezan ya a ponerse parrafadas infinitas me pongo malo. ¿A alguien le siguen importando las calificaciones de las añadas?. Pues con las tontadas que se suelen decir de un vino lo mismo. O con la ausencia de información, que para el caso patatas. Tanto apaleo merece un “este vino encierra la esencia de aires y aguas puras, de bosques nativos y su fauna” que un “tinto elaborado con las mejores variedades de nuestros viñedos más especiales”. En ambos casos no se dice nada.

Una carta con zonas conocidas y otras que sean capaces de sorprender; vinos de la tierra -no solo denominaciones de origen-; vinos que diferencien al propio local; recomendaciones puntuales; cortes clásicos y modernos; medias botellas, servicio por copas… todo eso debería tener una correcta carta de vinos. Y ya, si se revisa un par de veces al año y los precios son justos y contenidos, no os quiero ni contar.

79 días de miedo

Falta muy poco tiempo para octubre. Quizá para otra gente el décimo mes del año está #ATPC pero a este servidor le empiezan a intimidar el calendario… porque lo ve a la vuelta de la esquina. El tercer día de octubre se celebrará una nueva edición de la Ultra Trail Guara Somontano y ese día supondrá mi primera vez en el intento, que la consecución no está garantizada. Y claro, pánico es poco.

A los miedos propios que le surgen a quienes se plantean un reto de semejante calibre –menos a unoquecorre.com, que es un fuera de serie- se unen los míos, que pasan por llevar una mochileta de cuatro kilos en la tripa –no paro de engordar aunque poco hago por remediarlo-, la continuidad en los entrenamientos es horrible, hago muchísimos menos kilómetros de los que debiera y, además, sigo sin verme capaz.

Para tomar cartas en el asunto he empezado a ir al gym y Óscar, el entrenador boss, está muy pendiente. Sabe que tiene tres meses para hacer lo imposible y, al menos él, no tira la toalla. Con él y por mi cuenta llega el momento de ganar confianza, de aplicarse al máximo y de empezar a pensar en una meta aunque sea inalcanzable por ahora. Todo se andará.

La prueba de fuego previa a la UTGS llegará el último fin de semana de agosto. A pesar de su dureza le tengo muchísimas ganas al Trail Valle de Tena, porque discurre por un terreno precioso que he pateado alguna que otra vez. En este caso no acojonan los 44kms ni los 3.300 metros de desnivel positivo porque iré al trantran, más tirando como marcha senderista que como carrera trailrunnera. Me apetece mucho corretear por un valle que representa mucho en mi vida porque muchos de los mejores momentos que he vivido se localizan allí. Será jodido, ¿eh?, que el granito, la altitud y un perfil súper exigente me pondrán rápidamente en mi sitio. Pero saldrá todo bien… no hay plan b.

A veces me pregunto por qué hostias me meto en embarcadas de este tipo si luego no pongo toda la carne en el asador. Sin embargo en ocasiones, como dije, sueño que consigo cruzar la meta. El tiempo asusta, no creo que llegue todo lo preparado que a mí me gustaría, pero tampoco es cuestión de tirar la toalla a falta de 79 días.

Me cagüen su vida… ¡¡¡si estoy contando ya las jornadas que quedan!!!.

P.D.- Quizá no sólo vaya a correr a Guara… aunque por ahora eso es un secreto.

Defectos que afectan

En ocasiones, al descorchar una botella, podemos pegarnos unos sustos que fluctúan entre el “tranquilos, que tampoco es para tanto” y el “pa habernos matao”. Hay vinos con benditas virtudes pero también con defectos –aunque no tener virtud puede considerarse defecto, digo yo-. Puesto que no me había dado por ahí comparto algunos de los más frecuentes.

No es cuestión de indagar en el origen de cada uno porque nos meteríamos en un terreno técnico y farragoso que dista mucho de la filosofía de este espacio. En vez de divagar sobre si procede de la uva, de la elaboración o de la santísima concepción es preferible centrarse en los que encontramos con más frecuencia al abrir una botella, sin más.

Uno de los más habituales es el denominado “corcho”. Cuando la nariz de un vino nos recuerda a moho y, sobre todo, a cartón mojado, tenemos un problema de contaminación del tapón utilizado. El responsable es el TCA (tricloroanisol). Si el corcho no ha sido tratado debidamente o si la botella no se ha conservado en las debidas condiciones encontramos este característico olor que afecta también a la boca, porque se queda totalmente anulada, sin fruta y con un gusto amargo que tumba. Ahora bien, si escucháis a alguien hablar de “corcho” cuando la botella está tapada con uno sintético lo mandáis a escaparrar. Sólo sucede en los que vienen del alcornoque y el polipropileno no ha visto un árbol en su vida.

Seguramente también habréis encontrado unos pequeños cristalitos pegados al corcho o depositados en el fondo de la botella, ¿verdad?. Incluso alguno habrá dicho que eran los famosos “posos” del vino, aunque no tienen nada que ver. No hay que tenerles miedo porque son inocuos. Ni le afectan al vino ni a quien lo toma. Pero claro, no quedan bien. Os aseguro que esos cristales, en una botella de cierta billetada, te los comes como si fueran chucherías. Este defecto en cuestión se debe a que el vino no se ha estabilizado bien. Es por tanto problema en la elaboración, concretamente del ácido tartárico. Se cristaliza y por eso adopta esas formas que, repito, no son perjudiciales ya que ese compuesto está en la uva de manera natural. No afecta ni a la fase olfativa, ni a la gustativa pero visualmente no mola.

Y ¿a que también habéis escuchado el término “oxidado”?. Es un viejo rockero que sigue dando guerra. Cuando el vino ha estado en contacto demasiado tiempo con el oxígeno, bien sea en la elaboración o en el embotellado, se ve afectado y de qué manera porque repercute en el color, en el aroma y en la boca. Es por tanto uno de los males más letales del vino. Qué curioso, ¿eh?. El oxígeno en determinadas fases le da la vida y en otras se la quita. El color cambia completamente, la fruta desaparece dando paso a humedad y a matices enranciados, y la boca pierde acidez y frescura al tiempo que la sequedad anulando cualquier virtud.

El denominado “sulfuroso” es otro defecto muy común. ¿Cuándo lo identificaremos?, pues cuando llevemos la copa a la nariz y nos recuerde el olor que desprende una cerilla nada más apagarla. ¿A que no les resulta extraño?. Lo mismo que en boca, porque el líquido se convierte en algo seco, picante, casi amargo…

Todo se debe al dióxido de azufre, muy utilizado en la elaboración para prevenir la oxidación y para estabilizar el vino. Cuando a uno se le va la mano con la cantidad es cuando se apodera de él por completo. Error humano por lo tanto.

Por último, aunque haya otras muchas alteraciones, he querido rescatar a unas inesperadas burbujas que aparecen en la copa cuando ni tenemos espumosos, ni vinos de aguja. ¿Por qué las encontramos entonces en los vinos tranquilos?. Se debe a que se ha producido una segunda fermentación no intencionada. Además del desprendimiento, también el líquido es mucho más turbio. Estas bacterias y levaduras… hay veces que la lían pero bien. Y eso que, al igual que los cristales, no le afecta para nada a que disfrutemos del vino… porque ni vamos a enfermar, ni nada por el estilo.

Si os encontráis con alguno de estos fallos, dios quiera que sea en un restaurante –en casa estás muerto porque te la envainas literalmente-. El cliente devolverá la botella y el hostelero se la reclamará al distribuidor para que la reponga. Ahora bien, ojito con los rechazos porque muchas veces el feligrés toca pelotas devuelve las botellas por antojo o simplemente porque es gilipollas.