“La misma bajeza comete quien anima a su huésped a que se vaya, cuando éste no quiere hacerlo, que quien se lo impide cuando lo desea. Hay que agasajar al huésped cuando está en tu casa, pero también despedirlo si lo desea”. Esta era la reflexión anfitriona de Homero y mira, me ha parecido muy apropiada para abordar un tema que ejerce mucha influencia en la imagen del vino. Y es cómo lo vendemos, cómo lo contagiamos.
Es de vital importancia que todas las piezas estén bien engranadas: desde el propio contenido, hasta el continente. Pero también es importantísimo que ese vino salga a la mesa con la cordialidad, eficacia y profesional de un correcto servicio.
Podemos tirar al traste un magnífico vino si nos los sirve un menda lerenda al que se la trae floja lo que tiene entre manos. Sin embargo, una sonrisa puede elevar la percepción de un vino de inferior calidad.
Hagamos de anfitriones ejemplares escoltando a nuestros productos –y no sólo al vino- con la mejor de nuestras presentaciones. Hagamos patria con ellos y convirtámonos en embajadores. En nuestras manos está. Porque nadie como nosotros podremos ponerle alma a algo, en este caso un vino, que ha nacido en la misma tierra.