Sigue siendo el buque insignia de nuestros viñedos y la niña mimada de la comunidad vitivinícola aragonesa. Hace tiempo que se convirtió en reclamo y, por lo tanto, en elemento diferenciador de nuestros vinos. La Garnacha continúa asociándose con esta tierra y, cada vez se muestran mejores elaboraciones… independientemente de la zona en la que se originen.
Por suerte –traducción exacta de trabajo, dedicación, conocimiento y orgullo- se revalida el título en certámenes y concursos internacionales. Salimos bien parados, oye. En el último y más relevante, en el archiconocido Grenaches du Monde, que este año se ha celebrado en Perpignan, los nuestros han regresado a casa con 54 metales. Y eso es un notición que, a buen seguro, habréis visto, oído y leído en muchos medios de comunicación de cobertura regional. El reparto de medallas ha sido de 35 oros y 19 metales.
Los concursos sirven para aportarle mayor valor a un vino, para afianzar la credibilidad de una marca, para ayudar a la venta y todo lo que queráis. Pero en este caso, también aportan origen.
Sobre este asunto tenemos que ser muy sinceros porque, si bien está demostrado que la Garnacha es originaria de Aragón, nuestros vecinos de Cataluña han obtenido 38 oros y 26 platas. Vale que no es cuestión de comparar, ni de rivalizar con nadie. Pero está más que demostrado que también allí saben cómo atenderla.
Si un consumidor, pongamos que sea de Suiza, a modo de ejemplo, se rige por las clasificaciones de este certamen está claro que pensará mucho en Cataluña. Por lo tanto, y puesto que la calidad de nuestros vinos está de sobras contrastada, ¿cómo se puede vincular más la variedad con el territorio?. Yo voto por la promoción.