EFECTOS QUE YA SE SIENTEN

Corren tiempos de mucha incertidumbre -con el consiguiente acojono social- por el destrozo generalizado que está causando el Covid-19. El sector vitivinícola, que conoce bien las embestidas económicas por haber superado tropecientas crisis, sabe que, nuevamente, se le viene encima otra gorda

Cuando apenas se había recuperado el aliento se vislumbraba la llegada de otra recesión, de otro castañazo en la economía del país. Y resulta que antes de que asomase la cabeza se presenta el bicho este que, amén de otras consecuencias –más importantes incluso que la monetaria-, ha cambiado nuestras vidas.

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A mediados de marzo iba a tener lugar una nueva edición de Prowein, cita ineludible para el mundo del vino. Muchas firmas aragonesas tenían todo listo… o todo reservado, mejor dicho. Y aunque haya partidas que puedan recuperarse, la letra pequeña del coronavirus no entiende de cancelaciones con devolución y otros tipos de pérdidas: contactos comerciales, derogaciones de operaciones o gastos de representación por citar sólo algunos. El ejemplo de Prowein –y el de otras muchas ferias- es el de todo aquello que podía haber sido y no fue… por culpa del titubeo y hasta el miedo que ha implantado el virus este.

Todavía es pronto para ver cómo le va a afectar al vino. Independientemente de exportaciones, ¿cómo se va a quedar el mercado natural?. ¿Qué pasará con los consumos?… ¿volverán a desplomarse?. ¿Y la hostelería?… ¿hasta dónde llegará su recesión?. ¿Se impulsarán las ventas on line?. ¿Qué posición ocuparán las grandes superficies?. ¿Cambiará la estructura e incluso los hábitos del sector enoturístico?.

Todo son dudas e incertidumbre. Todo es nuevo. O, como mucho, todo es el comienzo para volver a empezar. Las gentes que forman el sector vitivinícola han sabido reponerse siempre. Nunca han caído. Ni la fuerza de la gravedad ha podido con ellos. Un virus tampoco lo hará.

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Garnacha imparable

Sigue siendo el buque insignia de nuestros viñedos y la niña mimada de la comunidad vitivinícola aragonesa. Hace tiempo que se convirtió en reclamo y, por lo tanto, en elemento diferenciador de nuestros vinos. La Garnacha continúa asociándose con esta tierra y, cada vez se muestran mejores elaboraciones… independientemente de la zona en la que se originen.

Por suerte –traducción exacta de trabajo, dedicación, conocimiento y orgullo- se revalida el título en certámenes y concursos internacionales. Salimos bien parados, oye. En el último y más relevante, en el archiconocido Grenaches du Monde, que este año se ha celebrado en Perpignan, los nuestros han regresado a casa con 54 metales. Y eso es un notición que, a buen seguro, habréis visto, oído y leído en muchos medios de comunicación de cobertura regional. El reparto de medallas ha sido de 35 oros y 19 metales.

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Los concursos sirven para aportarle mayor valor a un vino, para afianzar la credibilidad de una marca, para ayudar a la venta y todo lo que queráis. Pero en este caso, también aportan origen.

Sobre este asunto tenemos que ser muy sinceros porque, si bien está demostrado que la Garnacha es originaria de Aragón, nuestros vecinos de Cataluña han obtenido 38 oros y 26 platas. Vale que no es cuestión de comparar, ni de rivalizar con nadie. Pero está más que demostrado que también allí saben cómo atenderla.

Si un consumidor, pongamos que sea de Suiza,  a modo de ejemplo, se rige por las clasificaciones de este certamen está claro que pensará mucho en Cataluña. Por lo tanto, y puesto que la calidad de nuestros vinos está de sobras contrastada, ¿cómo se puede vincular más la variedad con el territorio?. Yo voto por la promoción.

Vinos al alza

Aunque los consumos anuales en nuestro país siguen siendo insuficientes hay una corriente de vinos, una tendencia, que está ganando puntos. Son esas tipologías que más éxito están teniendo en la calle y, por tanto, las que mejores cifras registran.

Lógicamente, el que mejor relación calidad- precio- placer ofrece es infalible pero se observa un acercamiento hacia tintos jóvenes que poseen un ligero paso por barrica, con no demasiado cuerpo. Esos, de entre 3 y 6€, funcionan de maravilla. De hecho, pensad en esa tipología y os saldrá un buen puñado de referencias… ¿me equivoco?.

Se prefieren los afrutados, suaves, golosos y hasta dulzones –sin pasarse- y eso está haciendo mella en el consumidor, que, sin olvidarse de las largas crianzas, empieza a decantarse por vinos de corte moderno, sin demasiada madera, más domados y con menos estructura.

Las preferencias de los consumidores nacionales aúpan al vino tinto como preferencia por encima de blancos y rosados. Pero claro, resulta que echas un vistazo al histórico de Rueda, por ejemplo, y ves que la comercialización de Verdejo ha crecido considerablemente en los últimos años. De hecho, en cuatro años se ha duplicado el número de botellas vendidas –de 25 millones en 2010 a 53 en 2014-. Ojo al dato.

Hay más pluralidad que nunca en nuestro país. Los vinos están cada vez mejor. Las tendencias van dando tumbos pero crean marca y, por lo tanto, ganan seguidores. Y ni aún con esas pasamos de los 20-21 litros por persona y año, cuando nuestros vecinos los franceses superan los 46.

A ver si estos vinos que están al alza se mantienen, otros suben, las modas dejan de ser pasajeras y las tendencias se generalizan para remontar consumos y aumenta así el gustillo por el sacacorchos.

Me duele la cabeza

Tengo varios amigos a los que el vino no les sienta bien. Y no me refiero a las cogorzas o malos tragos, que eso es harina de otro costal, sino simplemente a que les duele la cabeza nada más tomar un insignificante sorbo. Qué faena esto de las intolerancias y los malestares, ¿verdad?. No es que tengan una enfermedad o sean alérgicos a él, sobre todo al tinto, pero vaya, que para el caso como si lo fuera porque no prueban gota.

A veces hablamos de ello, de cuáles son los motivos que les producen indisposición. Normalmente se les suele echar la culpa a los sulfitos pero parece ser que no, que no son éstos, sino un compuesto orgánico llamado histamina.

No me había dado por pensar en este asunto pero son varios los que soportan esta cruz -yo al menos lo considero un calvario- así que charrando y leyendo hemos ido “profundizando” en el origen.

Resulta que la histamina está presente en muchos alimentos, incluida la uva, y es procesada y metabolizaba por una enzima llamada Diamino Oxidasa (DAO para los amigos). Cuando alguien tiene carencias de esta enzima le es más complicado asimilarla y por eso provoca estas fastidiosas molestias.

Pero es que, además del vino, las histaminas también están presentes en otras bebidas como té, refrescos, cerveza, sidra y las alcohólicas salvo los destilados. Y aquí es cuando la cosa mosquea. Siempre señalan al vino y no a las demás. Se culpa al vino y no a otras bebidas, como se le hace a los sulfitos en lugar de a las histaminas. No te jode.

Si a alguno de vosotros le sucede que lo consulte directamente con un experto. Este blog no pensará en historias de estas sino que seguirá preguntándose, por ejemplo, por qué siguen descendiendo los consumos. Seguro que sólo las histaminas no tienen la culpa.

Marca enoturismo

Sabrán ustedes vosotros, queridos todos, que en esta tierra nuestra contamos desde hace un tiempo con la marca Enoturismo Aragón, una apuesta del Gobierno de Aragón en colaboración con las cuatro denominaciones de origen que pretende internacionalizar esta marca autonómica y captar nuevos visitantes.

De manera conjunta se están dando los primeros pasos asistiendo a ferias internacionales para promocionar de esta forma el vino aragonés como producto, pero también como destino turístico –la última fue INTUR, la Feria Internacional del Turismo de Interior celebrada a finales de noviembre en Valladolid-.

Las cuatro rutas del vino que tenemos (RV Somontano, RV del Campo de Cariñena, Ruta de la Garnacha del Campo de Borja y RV de Calatayud) ya están caminando de la mano –además de las acciones y los esfuerzos que de manera independiente hace cada una- y eso, señoras y señores, es un notición que debería tener más repercusión de la que ha logrado. ¿Trabajar al unísono?… ¿y por qué no?, o mejor dicho, ¿y por qué no antes?.

Las cifras que se presentaron en rueda de prensa el pasado mes de diciembre fueron aplastantes. Se ha doblado el número de visitantes de 2013 a 2014, pasando de 60.000 a 120.000. Hasta las bodegas involucradas en estas rutas también ha crecido –de 28 a 34-. ¿No son suficientes indicios como para currar hombro con hombro?. Si además le sumamos que el gasto medio del enoturista es superior al de otras disciplinas y que además esta actividad tiene un carácter totalmente desestacionalizado pues bendita sea.

El enoturismo funciona y en Aragón tenemos escenarios, servicios, colectivos vetebradores y, cómo no, vino sobre el que gravita toda esta plataforma. Que siga promocionándose de manera conjunta y que cada uno, además, aporte su granito de uva trabajando de manera profesional, eficaz y vistosa. Creemos y hagamos marca; confiemos en un trabajo que se auto supere día tras día y potenciémosla entre todos.

La primera etiqueta en movimiento

Como reza el dicho “unos nacen con estrella y otros nacen estrellados”, aunque en este caso no es del todo nacer, sino renacer y reverdecerse. Aquí hay estrella y con menuda estela, además.

Bodegas Jaime, en Morata de Jalón, especializada en graneles, se fundó en el año catapún pero eso no es lo relevante –aunque si meritorio-. Lo realmente destacable es que la gente que está al frente en la actualidad le ha dado un giro absoluto a su producto estrella: el vermut Turmeon.

El contenido en sí está muy rico, bien de botánicos, pero lo que deja sin habla es el continente, la botella. Con mucha creatividad e ingenio han lanzado, atención, la primera etiqueta en movimiento del mundo. Y si no me creéis pinchad en este enlace y fliparéis en colores: https://www.youtube.com/watch?v=vPywEakkDRA.

Cuando continuamos con el debate de acercar el vino al público joven, de simplificar el mensaje e ir decididamente a por él, resulta que van estos muchachos, dentro del pretendido target, y rizan el rizo con una presentación simplemente asombrosa. Pero es que, encima, no se conforman con ello. Apoyan además la idea con un proyecto paralelo en el que cada cual puede personalizar botellas con diseños de lo más contemporáneo para regalar. En http://www.enodisenos.com tenéis la carta de presentación. Al loro.

A mí personalmente me han gustado ambas ideas, tanto en vestidura como en practicidad. Y me encanta además que haya salido de una chistera aragonesa. Habemus frescura y cabezas pensantes que piensan para gente semejante, es decir, jóvenes que quieren iniciarse pero no encuentran argumentos lo suficientemente atractivos como para hacerlo. Desde mi punto de vista éstos lo son así que, veinteañeros, hacedle un hueco al vino e id abriendo boca. Que otros lo hicimos y somos felices.  ¡¡¡Copón!!!.

El gusto fue Mía

Que no soy muy de contar estas cosas, oye. Que puede parecer algo pretencioso pero válgame el cielo que no es el caso -el pavoneo no va conmigo-. Que escribir sobre saraos no es santo de mi devoción –cosa que no sucede con las carreras- aunque siempre hay excepciones. La última el pasado día 24 de septiembre en la Terraza Libertad 6.8 de Zaragoza, en el centro de la city.

Guión, micrófono y carrete

Debía ejercer de conductor en la presentación a dos bandas de Guian Catering y Mía by Freixenet… y allí estuve. La intención era conjugar burbujeantes sorbos con pequeños bocados y, además, hacerlo de manera distinta. Los vinos de la bodega que capitanea Gloria Collel (www.miawines.com), enóloga ella, son, desde mi modesto punto de vista, diferentes. Espumosos similares a los Asti italianos, frescos, con más azúcar del que me gusta pero, sobre todo, vinos que encajan perfectamente a la hora de enganchar a nuevos y jóvenes adeptos. Este tipo de vinos, vestidos con desenfado y acertada elegancia, son los adecuados para que la gente que no bebe, beba. Para iniciarse en este mundillo, vaya.

Isabel Guerrero y sus mouillettes

Gloria Collel posando con sus hijas espumantes

La puesta de largo tenía que estar acorde con el diferencial de los moscatos de Mía. Por eso intervino la perfumista y coach sensorial, la joven Isabel Guerrero (www.isabelguerrero.es). Ella era la encargada de recrear el aroma del vino en dos mouillettes –esos papelitos secantes impregnados que te dan en perfumerías y grandes almacenes-. Explicó cómo había recreado la nariz del vino y qué matices dominaban. Luego intervino Gloria y pudimos comprobar como el anuncio en tarjetitas de cartón era idéntico al estado líquido y burbujeante. Repetimos el modus operandi con el Pink Moscato y, después, con el Moscato. Finalmente intervino Guillermo, como anfitrión, y empezaron a desfilar los platillos más destacados de la cocina de Guian.

Guillermo, el anfitrión, ejerciendo como tal

Fue una velada amena, distinta y con chispa… como los vinos que se presentaron. Gente guapa de la capi, caras conocidas, muchos amigos y noche de estrellas. Eso sí, hubo que retirarse rápidamente porque la alarma del móvil me miraba de reojo. Había que correr al día siguiente porque la Ultra Trail Guara Somontano está a la vuelta de la esquina. De hecho, dentro de una semana, a estas horas, estaremos subiendo ya hacia Alquézar con más miedo que otra cosa. Mira, igual me quito ese pánico con el Moscato, aunque no creo que sea buena idea. Mejor guardo la botella para despilfarrarla en la meta como si fuese un piloto de F1. Aunque lógicamente, para eso, hay que llegar.

Burbujas por partida doble

Aquí van los resúmenes de dos saraos frescos y sabrosos en los que no hubo running, pero sí wine. Y del superior, porque el denominador común tenía que ver con burbujas en general y con las del Grupo Freixenet en particular. No suelo hablar de eventos y festivales gastronómicos pero siempre hay excepciones y, por supuesto, una primera vez.

El primero de ellos tuvo como escenario El Molino de Berola, un restaurante situado junto al cisterciense Monasterio de Veruela, prácticamente dentro del Parque Natural del Moncayo. Por cierto runners, la de sendas que tenéis ahí para corretear.

Equipo del Molino de Berola y del Grupo Freixenet

Este Cuvée era DS y terminó siendo mío

La intención era maridar cinco cavas con otros tantos platos. Y sin miedo a ser apedreado o transcribo, literalmente, esos matrimonios: Freixenet Cuvee DS (tostada con tomate y salmuera), Segura Viudas Brut Vintage (salteado de setas del Moncayo con foie y trufa), Segura Viudas Rosado (merluza de anzuelo al estilo Orio), Segura Viudas Torre Galimany (lechal de los pastos del Moncayo al horno en su mismo jugo) y Freixenet Malvasía (Guianduja de Chocolates). ¿Buena pinta, eh?. Pues me reservo el resultado de esa sabia y meditada combinación marital porque entonces la lapidación estaría garantizada.

La chimenea más famosa de Huesca, la del Sotón

De la provincia de Zaragoza a la de Huesca días más tarde, al nuevo espacio Sotón Gastro, de La Venta del Sotón, en Esquedas. Allí, de nuevo las burbujas del grupo, auspiciaban un ameno showcooking&drinks cuyos fuegos estuvieron comandados en directo por el rejuvenecido equipo de cocina -Eduardo Salanova, Ismael Cano y María Baixaul, todos procedentes antes de aterrizar en Huesca en Aponiente, Echaurren y Quique Dacosta respectivamente-.

La verdad que fue muy ameno. Charrando con el personal, saludando a la anfitriona Ana Acín, a Jorge de Gispert, de Freixenet, a las gentes de ARAME, CEOS, CREA y representantes de otras siglas. Ambientazo y cocina de altísimo nivel con compañía espumosa de idéntica condición.

Je t´aime monsieur Abelé

Y entre ceviches de atún rojo, crujientes de morcilla, arroz de pato, unas croquetas que estaban exquisitas, rabitos de cordero y cheescake pasamos una velada en la que no faltó el francés del grupo Freixenet, el caballero serio y elegante de nombre Henrí Abelé –cómo está ese champán-, así como las versiones Pinot Noir y el Gran Cuvée de Elyssia.

A la mañana siguiente, eso sí, tuve que calzarme las zapatillas rápidamente no para paliar excesos, que no los hubo, sino para meterle algún kilómetro a las piernas de cara a la… uf… Ultra Trail Guara Somontano. Quedan 17 días, por cierto.

¿Cómo pido vino en el restaurante?

Menudo dilema, ¿eh?. Para los amantes del vino esta interrogante no supone ningún aprieto porque saben lo que quieren y tienen nociones suficientes como para tener claro cómo proceder y, sobre todo, cómo acertar. Pero claro, para el resto de los mortales, que están más desligados, elegir un vino puede convertirse en un auténtico calvario.

 Por lo general suele pedirlo el que mejor conoce este mundillo. Si en la mesa hay “uno que entiende” el resto de comensales le encomendará elegir el vino. Pero claro, si el enterado de turno solo se rige por sus gustos no será una elección del todo acertada. Porque, ¿qué pasa con los platos que tomarán los compañeros de mesa?, ¿maridarán igual?, ¿qué precio estará dispuesto a pagar el grupo?. Todas estas cuestiones se solventan hablándolo abiertamente. Y cuando todas las cartas estén sobre la mesa, entonces sí, el que vaya a pedir podrá escoger lo que más le interese/convenga/apetezca a la mesa. Eso sí, ojo con el “entendido” porque si es el listillo de turno la crónica del batacazo estará garantizada.

Como las prisas son malas consejeras -también a la hora de visitar un restaurante- hay que tomarse tiempo para atinar con la elección. Ojear, desechar, reducir el número de opciones, tener en cuenta la billetera grupal y otros aspectos seguro que requieren de tiempo e incluso debate. En cartas reducidas ese proceso es más simple y, por lo tanto, más breve. Pero ¿y si tiene tropecientas mil referencias?… ¿cómo lo hacemos?. Chino chano y paciencia hasta dar en el clavo.

Si a pesar de deliberar un buen rato continúan las dudas, e incluso si no, es mejor pedir ayuda. ¿A quién?. Pues al mejor aliado que podemos encontrar en un restaurante: tachaaaaannn… el sumiller. Le contáis cuáles son vuestros gustos, qué platos vais a tomar y, de paso, le marcáis un precio máximo por botella para que no lo rebase y os llevéis el susto de vuestra vida cuando llegue la dolorosa. Nada de divagaciones ni de preocupaciones. Confiad en él y os propondrá la mejor opción. Siempre.

Cuando estés con el sumiller ni se te ocurra ir de espabilao. Humildad ante todo. En determinadas ocasiones se suelen escuchar conversaciones que sonrojan a las mesas contiguas. Pregunta con el fin de recibir ayuda, no para demostrar que sabes latín porque saldrás perdiendo. Así que al abuelo no le vayas con pistolicas de agua porque, por mucha paciencia que tenga, quedarás siempre humillantemente derrotado.

Otro aspecto: hay que fijarse en las añadas cuando traigan la botella. Sobre todo con los vinos jóvenes y en determinados restaurantes de medio pelo suelen quedar restos de las que deberían estar fuera de curso. Si pedís un rosado y os la pretenden colar con un 2008, por ejemplo, no seáis tolerantes. Que no os de reparo quejaros, que luego no vale lamentarse. Y sobra decir que empezaremos la sesión con los más jóvenes para ir aumentando edad paulatinamente.

Desde mi modesta opinión, en la elección de un vino, ya sea en restaurante, tienda u plataforma on-line, siempre hay un desafiante riesgo. Si eres fiel a los vinos que conoces pocas sorpresas te llevarás. Quiero decir, que si no sales del sota- caballo- rey irás a tiro hecho pero seguirás bebiendo lo mismo. Personalmente prefiero ampliar puntos de mira, ir a por zonas menos conocidas, a por vinos que marcan tendencia, a por rarezas accesibles. Quizá será más arriesgado, pero ganas en conocimiento y pruebas desconocidos que dejan de ser extraños. Además es más divertido, qué joder.

Cuando en la carta veas referencias a precios desorbitados actúa según dicte tu tarjeta. Yo no suelo tenerlas en cuenta porque nunca podré descorcharlas. Son marcas que alguien pedirá –la rotación es mínima- pero que están ahí no para vender, sino para prestigiar a la propia carta. Y por ende al restaurante.

Por último, tras haber pedido el vino olvida los complejos. La botella es tuya y puesto que forma parte de tu patrimonio llévatela a casa si ha sobrado algo. Esto no lo he hecho nunca porque jamás se ha quedado medio vacía. Los 75cl. no salen del restaurante pero pídele al equipo de sala que te la prepare para que salga contigo del brazo. En otros lugares del planeta es muy habitual… ¿por qué no aquí?.

En cualquier caso, que a nadie le intimide pedir el vino como dios manda en un restaurante. Es el mejor aliado de que dispone el ser humano para orquestar u escoltar una comida. Así que menos miedos y más pragmatismo. El único que sale beneficiado es uno mismo.