Y un par de zapatillas
carreras populares, experiencias, retos…
No es correr. Son las personas
Tendría que ser esta una crónica al uso, que narrase el transcurso de una prueba tremendamente dura -y apasionante a la vez-. Pero la experiencia que ha supuesto la Ultra Trail Guara Somontano no tiene nada que ver con recorrer una burrada de kilómetros o salvar no sé cuántos mil metros de desnivel. Por cierto, ¿por qué siempre nos fijamos en el positivo cuando el negativo, a según qué horas, duele más que cualquier cuesta?. Ahí lo dejo.
Decía que esta crónica podría hablar del ritmo de los diversos tramos, de cómo iban transcurriendo los kilómetros, de paisajes, de avituallamientos, de sensaciones… pero no. Para mí esta retahíla de información no es lo más importante. Porque no se trata de correr. Son las personas.
Lloré mucho, me emocioné como nunca, tuve que apretar los dientes para no tirar la toalla, pensé en aquel momento en el que decidí hacer una burrada de estas características, pude compartir momentos imborrables con gente, con mucha gente… en 23 horas puede suceder de todo. Hasta tuve alucinaciones por la noche. Manda cojones que veía tortugas y gaticos por el camino… ¿será posible?.
Por lo que merece la pena hacer algo como esta carrera es por quien está y permanece a tu lado en esos instantes. En los buenos y sobre todo en los malos. Amigos que conocía y pude saludar, otros, incluidos familiares, que se presentaron sin avisar –poco puedo decir al respecto porque tendrán presencia notable en el documental que ya está en máquinas-, gente que conoces en el primer tercio de la carrera y te llevan a la meta sacrificando su tiempo y esfuerzo por ayudar al compañero más débil –en este caso yo-, organizadores que te reciben como si fueras el único corredor inscrito, personas con las que entablas conversación sin conocer de nada, gente que te aplaude aunque prácticamente vayas cerrando el grupo…
La emoción y el llanto surgían sin avisar. Como el dolor. La duda de abandonar o seguir también se presentaba inesperadamente. Como las ganas de continuar hacia delante. La ilusión se interrumpía. Como la desesperación. Son muchos sentimientos enfrentados que sólo tienen algo en común: suceden en movimiento. A veces eufórico, a veces hundido.

Sin Luis Pedro no hubiese terminado. Pudo marcharse porque iba más fino… pero sacrificó su tiempo por mi. Agradecido estaré siempre
Hubo momentos alucinantes –y no lo digo por las tortugas, que también-. Lo fueron por las personas presentes y también por las ausentes. La meta no se movió, menos mal. Cruzarla fue menos sentimental de lo que imaginaba porque sólo quería terminar y poner fin a un calvario que casi me supera.
Sin embargo hoy, días después, me siento orgulloso y agradecido. Nunca me sentí capaz de hacerlo pero me equivoqué -a veces es de puta madre equivocarse-. Ya no hace falta soñar para verse cruzando una meta tan exigente. Basta sólo con recordar lo que sucedió durante aquellas 23h18min02seg.
P.D.- Dentro de unos meses presentaremos el documental, de ahí que la crónica sea tan escueta. Os informaré, prendas.
Necesita mejorar o progresa adecuadamente
Las horas previas a esta carrera (www.utgs.es) están siendo mucho más intensas de lo normal. También transcurren mucho más despacio. Será por aquello de enfrentarse a lo desconocido. Esta sensación de show motion terminará pronto… y mira, se asemeja mucho a mi época de (mal) estudiante.
Me recuerdan a la época de estudiante cuando llegaba el día del examen y te presentabas con unos nervios tan ilógicos como incontrolables. Di que en mi caso tampoco era tal la alteración porque estudiar, lo que se dice estudiar, como que entre poco y lo justo.
La noche de antes le dabas un repaso al temario, hacías quinielas con “esto no entra y esto fijo que tampoco” y, a la mañana siguiente, te sentabas en clase con pocas garantías de aprobar. Lo único es que, a veces, sonaba la flauta y rascabas un más que digno y meritorio suficiente. A mi madre no le cuadraba que le dijese que la palabra estudiante, fragmentada, cobraba un significado evidente: “estudia-día-antes”. Y el día que aprobaba –de ciento a viento- se montaba la juerga padre. Qué alegría se llevaba…
Para el examen de mañana voy justo –aunque mi madre no sabe lo difícil que será regresar a casa con un aprobado-. La lección práctica no la llevo al dedillo aunque confío mucho, quizá demasiado, en la teórica.
Este mes de septiembre –y otros estivales- he corrido poquito, con semanas de ni siquiera llegar a unos miserables 30 kilómetros. Pero no es excusa. La teórica, por el contrario, la cabeza, creo que va preparada para hacer el examen más duro y puntuable de mi vida.
Ahora, antes de salir hacia Alquézar, la mezcla de nervios con calma es elegante. Jodo. Lo mismo que los raticos en los que el miedo le cede terreno a la confianza. Menuda coctelera previa. ¡¡¡Así no hay quien se concentre, copón!!!. Ya solo quiero que pase el día del examen… ni concentración, ni serenidad, ni po**as en vin**re. Por primera vez en mi vida me presento a una prueba con ganas de que acabe. Cosa extraña, oyes. Otras veces voy con ganas de disfrutar, de desfondarme, de compartir zancadas con buena gente, de ir al trantrán… a la Ultra Trail Guara Somontano voy con ganas de que termine.
Hay gente que me dice que mucho ánimo, que todo saldrá bien, que no te preocupes, que patatín, que patatán. Y lo agradezco, ¿eh?, montón. Pero hostia, es que no he estudiado lo suficiente. Si caen las cinco preguntas que me sé de puta madre porque apruebo. Pero como el profesor vaya en plan cretino será prácticamente imposible. Las previsiones climatológicas anuncian lluvias; el terreno, en tramos, estará por tanto resbaladizo; los tropiezos, resbalones, caídas, hostiones se presentarán sin avisar; igual que las molestias y dolores varios… yo qué sé, que el temario es demasiado amplio y puede suceder de todo.
Llevaré, por si acaso, una chuleta bien grande, la que me ayude a reconvertir la preocupación negativa en pensamiento positivo para obtener respuestas acertadas a preguntas enrevesadas. Que la cabeza pase del “necesita mejorar” al “progresa adecuadamente”. Ya veremos.
Maratón especial…
El pasado domingo, con el beneplácito de sus organizadores, estuve de speaker en el IX Maratón Ciudad de Zaragoza. Y qué queréis que os diga… pues, como primera conclusión, que es un orgullo formar parte de esta prueba de referencia y, sobre todo, que una carrera también se disfruta -y mucho- desde fuera.
No hace falta calzarse las zapatillas y salir chuflando a devorar kilómetros. Tras las vallas se ve mejor –como las retransmisiones de las motos- y se sienten muy de cerca las emociones de los que, no sin esfuerzo, cruzan la meta.
El pasado domingo 27 de septiembre volví a revivir aquellas experiencias que transcurrieron durante el Gran Trail Trangoworld Aneto- Posets, en julio, cuando cogí un micro durante 10 horas para tratar de contagiar efusividad y rendir pleitesía a los que corrían y acompañaban.
En el caso de los 42kms zaragozanos dar la salida tanto a los maratonianos, como a los participantes en el 10k paralelo es una auténtica pasada. Aunque más que despedir, lo realmente emocionante es recibir a los miles de corredores que se han dejado las suelas en el asfalto de la ciudad.
Imágenes cargadas de emotividad, caras de esfuerzo y alegría incontenibles, ánimos desgarrados en los últimos metros, calma para los amigos y familiares que esperan a los suyos con tanta ansia como la de una sala de parto, felicitaciones a diestro y siniestro… lo que sucede en una meta de maratón es algo indescriptible. Tendríais que haber visto a los 1.300 –y a los 2.400 de la 10k- que cruzaron el arco y pisaron la alfombra que detenía el crono oficial. Sobraban las palabras.
Palabras, precisamente palabras, eran las que debía soltar para cumplir con el cometido así que, carrete de seis horas y media, y momentos de mucha, muchísima, emoción.
Coincidieron much@s amig@s y, lógicamente, empatizas mucho más porque sabes la tralla que han llevado no sólo en carrera, sino en los meses de preparación. Lástima no haber sido Boomer para estirar los brazos y chocar palmas a todo cristo. Lo hubiera hecho, sin dudarlo, con los que tienen la santa costumbre de correr, correr mucho y, además, en casa sobre la mítica distancia atlética.
P.D.-Vídeo resumen del día aquí https://www.youtube.com/watch?v=hSn_6dfL1e0
¿Os cuento un secreto?
Ya os lo he dicho por activa y por pasiva en este blog, contando incluso los días que restan para que intente completar la distancia y el desnivel de la Ultra Trail Guara Somontano. Hoy quedan 25, por cierto… unas 1.500 horas más o menos.
Es mi primera vez, eso ya lo sabéis. Pero hay algo que os quería contar. Por eso estoy aquí. No tiene que ver con andar más deprisa, correr más despacio, sufrir menos o disfrutar nada. A la UTGS no sólo iré a correr. De hecho no iré sólo.
Estamos trabajando en un documental que recoja cómo se prepara, afronta y resuelve una prueba de ultradistancia. Pero no a lo Kilian Jornet, sino a través de la experiencia y la emoción de un popular que, sin cumplir los estereotipos de corredor, sueña simplemente con acabar. Ese popular es el que os escribe, el Mariano, un tipo muy ilusionado por formar parte de este proyecto y, sobre todo, un tipo muy afortunado por estar dentro de un equipo humano simplemente inmejorable.
Surgió en torno a un café –si hubiese sido vino no os quiero ni contar lo que hubiese surgido de aquella reunión-. Vimos la posibilidad de hacer un docu que huyese del perfil profesional. Sino de qué iba a estar yo ahí. Como guionista a lo mejor, pero como hilo argumental tururú. Queríamos empatizar con el corredor de montaña popular y por eso empezamos a trabajar.
La organización de la carrera se está portando con nosotros mejor de lo que podíamos imaginar. Todo son facilidades o, como dice Pau, todos sumamos. Hasta nos han echado la caña un par de empresas y grupos que quieren enrolarse en esta aventura; una aventura que verá la luz en diciembre de 2015. Lo primero es trabajar en el antes, recoger las vivencias del durante y dejarlo bonito después. Al fin y al cabo, en los festivales internacionales de cine de montaña no toleran la mediocridad. Y nosotros tampoco.
#yasuscontaré
Trail Valle de Tena
Como dice mi amigo Iván, “llevo el cuerpo que si tuviese que donarlo ahora a la ciencia, lo utilizarían para calzar mesas”. Jodo. El mío, hasta hace un par de días, estaba resentido del palizón que supuso hacer el Trail Valle de Tena.
Suponía que iba a ser una carrera dura. Lo fue.
Sabía que marcharía por rincones alucinantes. Marchó. Intuía que sería muy emocionante y ahí es donde me quedé corto. Hasta la fecha ha sido la prueba que más me ha conmovido por el esfuerzo que me exigió, por la vinculación emocional que tengo con esas montañas y por la compañía esperada e inesperada. No era un simple trail, como tampoco transcurrió por un valle cualquiera.
Servidor, que prefiere la emoción a las reglas correctas –esta frase es de Juan Gris-, ha escogido el trail running porque a veces, como el pasado 29 de agosto, puedes llegar a sentirte vencido e invencible al mismo tiempo. Este deporte, aun en mi modesto nivel de mediocre popular, permite experimentar una serie de vivencias que de intensas que son se convierten en imborrables. Las últimas tuvieron lugar allí, en el Trail Valle de Tena.
TVT 47kms y 3.300 MD+
Después de alojarnos en el hotel, recoger el dorsal y colocarnos la calca en el antebrazo nos fuimos a cervecear un ratico. En la zona de salida/meta había un ambientazo cojonudo y, poco a poco, fuimos topándonos con un montón de amigos y demás gente de bien.
La cena fue súper amena porque en la misma mesa coincidimos Miguel Ángel, con quien iba a correr “la corta” –manda cojones llamar corta a una distancia de 47kms y 3.300 mts positivos-, Pablo, que se decantó por la larga –esa sí que está bien denominada- y su santa esposa Piluca. Risas nerviosas, nervios entre risas, previsiones y a dormir, que había que madrugar… mucho.
A las 05h, antes de desayunar, fuimos a despedir a Pablo, que iniciaba su particular lucha contra los 78kms y 6.700mts positivos de “la larga”. Horas más tarde nos enteramos con rabia de su retirada por un problema en la pierna –tenéis su crónica en http://www.unoquecorre.com-.
Hora y media más tarde Miguel Ángel y yo cogimos el autobús que nos iba a dejar en el Balneario de Panticosa. Ahí empezaba la nuestra. Cafés, pises, nervios y nuevamente caras conocidas que se agolpaban en la línea de salida. Mar y Pablo querían llevar su ritmo así que fue verlos y despedirlos inmediatamente. También había venido Daniel, compi de mis dos Jorgeadas, pero nos descolgamos de él en las primeras rampas. Es un tipo formidable.
Subimos como un tiro a Bachimaña, continuamos hasta los Ibones Azules a buen ritmo, iniciamos la subida hacia el collado de Tebarray y, héte aquí, aparece mi hermano para darme un abrazo que casi me tira. Cuánto quiero a este ser, copón!!!. Anduvimos un rato con él, que se marchó a la cima del Tebarray, y Miguel Ángel y yo pusimos la directa hacia el refugio de Respumoso (km 15). La verdad es que hasta ese avituallamiento las sensaciones eran inmejorables. Y el tiempo (3h35min) mejor de lo previsto.
Tocaba afrontar la subida al Collado de Musales y llevábamos un ritmo de puta madre. Madre qué bien. Hasta arriba sin reblar, tocar chufa y a bajar 1.300 metros de desnivel hasta La Sarra… el siguiente objetivo. El final de aquel descenso me pasó factura. Además se me rompió un bastón. Llegué al avituallamiento (km 25) con las rodillas bastante tocadas pero comí bien, bebí mucho, fui a que me echaran reflex, charramos con los Andarines de Aragón y continuamos.
La subida al Collado de la Foratata fue desastrosa. Miguel Ángel y yo nos cruzamos con varios corredores que se daban la vuelta. Unos por molestias, otros por desgaste y otros por verse impotentes frente a lo que quedaba todavía por delante. Eran auténticos titanes. Y pensaba “si estos tipos abandonan, dónde vas tú, Navascués”. Mi compi y amigo no dejó de animarme en los momentos más bajos e hizo que todo pensamiento de retirada se esfumase inmediatamente.
No hice corto de líquidos, subí a duras penas y los repechos me provocaban un sofoco como ninguno en mi vida. Miguel Ángel iba más fuerte y, aunque con cierta distancia, no se marchaba. Seguía animándome… “no pares, no pares”. Durante el descenso a Sallent nos adelantaron los tres primeros de la distancia larga… jodo cómo iba esa gente. Ya por fin llegamos al último avituallamiento. Era el kilómetro 38 y llevábamos 09h38min de carrera.
Arroz, no sé cuántos litros de líquido, fruta y a por el último sector. Ahí estaba a lo walking dead. Tocaba subir hasta las antenas y en las primeras lazadas Miguel Ángel, con buen criterio, se marchó. Se había dosificado mejor y está mucho más fuerte. Así que sólo, reventado y con un bastón continué dando pasos. Hasta que se presentó Carlos. Alegría y euforia pero igual de jodido, porque no podía correr y andar, por momentos, era un auténtico calvario. Último punto de control, buena pista, senda por un bosque de cuento y, segunda aparición en carrera: el amigo Juan Luis también quería sumarse a los últimos kilómetros. Mientras les daba las gracias a ambos por escoltarme experimenté momentos súper contradictorios. A ratos lloraba, otros sonreía; a veces hablaba, a veces no; picos de euforia y seguidamente bajones terribles. “¿Dónde están las putas casas del pueblo, Carlos?”. Al final, ni composturas, ni educación, ni hostias. Quería llegar.
Habían transcurrido 12 horas y 46 minutos desde que salimos del balneario. Después de un parpadeo difuminado estaba cruzando uno de los arcos de meta más emotivos de mi vida. Pensaba que estaba muerto… pero no. Satisfecho, orgulloso, perfectamente acompañado, con ganas de vacilar incluso al speaker, recibiendo mensajes de familia y amigos, con las piernas rotas y con lágrimas de emoción… eso es lo que os decía antes: eso es sentirte vencido e invencible al mismo tiempo.
P.D.- las imágenes son y fueron tomadas por Jorge García- Dihinx, de lameteoqueviene
42.195 decibelios
Pues ya estamos liados otra vez, preparados para darle al aparato que transforma las ondas sonoras en corrientes eléctricas para su amplificación. Sí… vá… hey… probando… probando.
Sorpresa y sobre todo alegría la mía al confirmar que este año estaré en el Maratón de Zaragoza ejerciendo de conductor, locutor, hablante, orador… de speaker, vaya. Al final, como dice mi colega David “Corredores del Ebro” Sánchez, con la excusa no voy a correr… y no le falta razón. No pensaba hacerla por celebrarse el fin de semana anterior a la Ultra Trail Guara Somontano -39 días faltan para los 102kms y 6.000 metros de desnivel… copón qué miedo- y no es plan sacudirse un maratón el domingo y seis días más tarde correr una ultra.
Todo surgió cuando me ofrecí voluntario a la organización de la prueba. Me daba igual repartir agua en los avituallamientos, dar dorsales, montar vallas o inflar el arco de meta a pulmón abierto. Entiendo que el auge del running también necesita de cierto apoyo para hacer que las pruebas salgan adelante y eso también es cosa del voluntariado. Quería echar una mano y, mira tú por dónde, me dicen si quiero ser el speaker. Jodo. Tardé un segundo y medio en decir que sí. Porque es mi ciudad, porque es la distancia mítica y porque el recuerdo del Gran Trail Trangoworld Aneto- Posets perdura con mucha intensidad todavía.
Así que el día 27 de septiembre, a partir de las 08h, estaré en la Plaza del Pilar micrófono en mano para informar, animar, despedir y recibir a los corredores… que se barruntan por miles –tanto en el maratón, como en el 10k que se celebra paralelamente-. Mientras haya cuerdas vocales habrá speaker, que está muy orgulloso y agradecido.
Es importante dormir bien…
Escribía en este mismo blog, a mediados de julio, que me quedaban 79 días de miedo. Eran las jornadas que, por aquel entonces, restaban para la Ultra Trail Guara Somontano. Ahora, sin embargo, sólo quedan 45 y mientras el calendario lleva su marcha –a veces con sensación de demasiada celeridad- el pánico se está amplificando hasta quitarme el sueño. ¡¡¡Con lo bien que duermo cuando duermo bien!!!.
Lo que marqué como propósitos de cambio siguen siendo eso, intenciones… pero no se materializan. Eso me está jodiendo vivo por no ponerme las pilas de manera inmediata -aunque sé que por mucho que haga llego tarde-.
No sé lo que es continuidad en los trotes, que no entrenamientos. La alimentación sigue siendo mierdosa. El gimnasio hace días que no lo piso. Las excusas imperan siempre. La motivación desapareció. La apatía manda. Por lo tanto, ¿qué napias hago?, ¿es una temeridad intentarlo o por el contrario lo más sensato es apearse?. Ni idea sobre cómo afrontar esta recta final. Imagino que cambiando radicalmente de actitud… aunque sea por las noches.
A veces, cuando duermo bien, manan imágenes de esfuerzo, de sacrificio, de dolor, de acojono, de calma intensa, de fallecimiento y posterior renacimiento, de superación y finalmente de consecución. “Aunque sea hazlo andando Navascués, me cagüen la puta, que para eso te ganas la vida chino- chano”. Eso me repito constantemente.
Siempre he pensado que en esto de corretear, el 40% es cuerpo y el resto cuestión de cabeza. Pero claro, en 102 kilómetros todo debe acompañar, desde las rodillas, hasta la cordura. Quiero pensar que el cuerpo obedecerá las órdenes que le envíe el cerebro. El año pasado lo hizo -aunque fuese la mitad de distancia y tres veces menos de tiempo- y confío en que, dentro de 45 días, pase lo que quiero que suceda. Además hay un aliciente -ya os lo contaré en otro momento- que contribuirá a seguir en carrera hasta pisar la moqueta de Alquézar. Habrá que terminar cueste lo que cueste… copón!!!. A ver si de una vez por todas el propósito se convierte en fin. O en meta, mejor dicho.
Un GTAP apasionante
Tenía previsto hacerlo sí o sí pero volvía súper ilusionado a Benasque, con una motivación extra. La organización del Gran Trail Trangoworld Aneto- Posets me había propuesto hacer de speaker en una prueba que descubrí el año pasado y me alucinó.
Varios amigos –de los buenos- querían correr su primera carrera por montaña y se habían inscrito semanas antes a la distancia más modesta. Pero lo que dije durante el rollo interminable que solté en la línea de meta: cualquier recorrido merece todos mis respetos. Tanto mérito tiene quien se prepara una ultra, como el que se inicia y decide coger el toro por los cuernos colocándose por vez primera un dorsal. Así que, queridos míos, ¡¡¡felicidades por lo que firmasteis!!!. En principio la intención era acompañar a mis friends durante todo el fin de semana pero claro, la encomienda microfonada también mediaba. De qué manera, además.
La noche del viernes prometía…
Había que darle el pistoletazo al Gran Trail, la prueba reina, la que más expectación despierta. ¡¡¡Buf, qué momento!!!. Fue mucho más intenso y emocionante que la de 2014. Y es que además de zambullirme en un ambiente acojonantemente emotivo, tenía el honor de iniciar la cuenta atrás y de decirles a los 300 ultrafondistas que hiciesen el favor de mantenerse despiertos. Porque sólo alcanzan los sueños los que, cuando llega la hora, saben estar despiertos. ¡¡¡10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1… infinito!!!. Hay que estar allí para vivir algo tan fugazmente intenso. Una pasada.
Los corredores se marcharon y los cientos de personas que estábamos en la Avenida de los Tilos nos fuimos retirando poco a poco –unos a casa y otros a tomar unas gotetas por su sitio-.
Amaneció el sábado…
Mañana relajada y entretenida viendo el ambientazo que había en Benasque. Todo muy tranquilo y cordial hasta que el reloj marcó las 13:15 horas. En ese preciso instante nuestro amigo Pablo Franco (www.unoquecorre.com), que estaba haciendo la GT de 109kms y 7.000mts+, entró en el pueblo tras haber culminado el primer bucle. Hostias qué momento. Fue verlo y salir pitando con él unos metros. Me dijo que tenía mucho sueño y que le rondaba la idea de abandonar. Todos mis ánimos fueron para él y os aseguro que se me cayeron unas lagrimillas cuando lo vi marchar hacia el siguiente avituallamiento. 14 horas más tarde, es decir, a las 3 de la madrugada, entraría en meta casi sin fuerzas pero, como recoge en su crónica, “tocaba el cielo”.
A eso de las 14:00h del sábado fui a cogerle el testigo a Toñín Laguarta, también speaker de la carrera; un tipo que derrocha buen rollo incesantemente. Desde ese momento y hasta las 22:00h fue un sin parar. Recibir a los vencedores de las pruebas que estaban en marcha, charrar unos minutos con el mismísimo Luis Alberto Hernando, animar a los de la GT que iniciaban el segundo tramo de la prueba, entrevistar a todo cristo, contar anécdotas y datos curiosos de la logística que conlleva una prueba de estas dimensiones, felicitar a amigos y conocidos que terminaban –véanse José Fabana, Roberto González, los Corredores del Ebro y la cuadrillita buena de Muel, entre otros- … yo que sé lo que pude largar en ocho horas seguidas.
Fue una tarde intensa e irrepetible. Lo que más me impactó fueron los momentos emotivos que se concentran en la meta. Gente que entra fundida y tan sólo reserva fuerzas para levantar los brazos; otros que dan los últimos pasos acompañados de familiares; otros que por el mero hecho de acabar lloran desconsoladamente… hubo momentos en los que tuve que alejarme porque soy de lágrima fácil y me contagio rápidamente de esa emoción.
Volvió Toñín a por el micrófono y servidor se marchó a dormir porque al día siguiente debía estar en Panticosa a primera hora.
Llegó también el domingo…
Mientras conducía temprano –disculpen mi imprudencia, señores agentes- estuve muy pendiente de mis compis, que salían a las 09:00h para darle la vuelta al Molino de Cerler. Whatsaps a fuego de júbilo porque todos hicieron lo que tenían previsto hacer. ¡¡¡Qué bien saben las alegrías cuando son compartidas por gente que quieres!!!.
Correr no es sólo encadenar zancadas. Va mucho más allá. En este caso puedes incluso llegar a percibir las sensaciones que tienen 2.700 tipos que han invertido horas y horas de su tiempo para afrontar unos recorridos que asustan y emocionan al mismo tiempo. Todo eso se percibe en la línea de meta. Por eso el privilegio de poder contarlo en voz alta es lo que hace que el Gran Trail Trangoworld Aneto- Posets sea, desde hoy mismo, mucho más que una carrera por montaña. Al menos para mi.
79 días de miedo
Falta muy poco tiempo para octubre. Quizá para otra gente el décimo mes del año está #ATPC pero a este servidor le empiezan a intimidar el calendario… porque lo ve a la vuelta de la esquina. El tercer día de octubre se celebrará una nueva edición de la Ultra Trail Guara Somontano y ese día supondrá mi primera vez en el intento, que la consecución no está garantizada. Y claro, pánico es poco.
A los miedos propios que le surgen a quienes se plantean un reto de semejante calibre –menos a unoquecorre.com, que es un fuera de serie- se unen los míos, que pasan por llevar una mochileta de cuatro kilos en la tripa –no paro de engordar aunque poco hago por remediarlo-, la continuidad en los entrenamientos es horrible, hago muchísimos menos kilómetros de los que debiera y, además, sigo sin verme capaz.
Para tomar cartas en el asunto he empezado a ir al gym y Óscar, el entrenador boss, está muy pendiente. Sabe que tiene tres meses para hacer lo imposible y, al menos él, no tira la toalla. Con él y por mi cuenta llega el momento de ganar confianza, de aplicarse al máximo y de empezar a pensar en una meta aunque sea inalcanzable por ahora. Todo se andará.
La prueba de fuego previa a la UTGS llegará el último fin de semana de agosto. A pesar de su dureza le tengo muchísimas ganas al Trail Valle de Tena, porque discurre por un terreno precioso que he pateado alguna que otra vez. En este caso no acojonan los 44kms ni los 3.300 metros de desnivel positivo porque iré al trantran, más tirando como marcha senderista que como carrera trailrunnera. Me apetece mucho corretear por un valle que representa mucho en mi vida porque muchos de los mejores momentos que he vivido se localizan allí. Será jodido, ¿eh?, que el granito, la altitud y un perfil súper exigente me pondrán rápidamente en mi sitio. Pero saldrá todo bien… no hay plan b.
A veces me pregunto por qué hostias me meto en embarcadas de este tipo si luego no pongo toda la carne en el asador. Sin embargo en ocasiones, como dije, sueño que consigo cruzar la meta. El tiempo asusta, no creo que llegue todo lo preparado que a mí me gustaría, pero tampoco es cuestión de tirar la toalla a falta de 79 días.
Me cagüen su vida… ¡¡¡si estoy contando ya las jornadas que quedan!!!.
P.D.- Quizá no sólo vaya a correr a Guara… aunque por ahora eso es un secreto.