Son vinos pero también son personas. Representan una parte de la nueva hornada de vinos elaborados en nuestra comunidad a pesar de que ni son todos los que están, ni están todos los que son. El catálogo vinícola de novedades o recién llegados sigue creciendo. Que vaya escoltado por grandes nombres de la vitivinicultura aragonesa es un punto que juega muy a favor para los vientos que soplan. Estos son grandes vinos con nombres, apellidos, vínculos e historias.
El Gran Cru de Alpartir
Cada movimiento que da el MW aragonés Fernando Mora se sigue con mucha expectación. Y copa páginas y minutos en medios de comunicación tanto por la repercusión de su proyecto, como por la tendencia que marca su nombre y sus efectos. Primeramente fueron los Frontonio y más tarde llegaron los Cuevas de Arom. Sin embargo, en junio del presente, aterrizó El Jardín de las Iguales, un vinazo que surge de unas viñas centenarias ubicadas en Alpartir. El proyecto recupera esas cepas olvidadas y muestra hasta dónde puede llegar esa Garnacha, condenada salvo intervención a un peligro de extinción. Las manos de Fernando, junto con las de Mario López y Francisco Latasa, construyen un tinto de escasa tirada que, a buen seguro, en dos o tres añadas, figurará en lo más alto del país. Y si no, tiempo al tiempo. Además del tinto, también le rinden pleitesía a un Macabeo que sigue la línea del mimo, la tipicidad, la capacidad de envejecer y la seriedad de una variedad que siempre ha estado ahí, a los pies de la Sierra de Algairén.

Magallanes redescubre su Calatayud

El apego y el sentimiento de este enólogo hacia la Garnacha le han llevado a seguir los pasos de esta cepa por distintos puntos del país y de un pedacito de Francia. Naturalmente, tras elaborar durante dos décadas en la D.O. Calatayud, ha regresado con fuerza a casa. Quizá de ahí el nombre de este Sin Duda si bien el propio Carlos Rubén Magallanes asegura que es un vino “que empieza a trabajarse en la viña, donde la duda hacia esta cepa no existe. La propia Garnacha dice que aquí está ella”. La añada de 2017, la que actualmente está en curso, es una de esas sorpresas que Calatayud guardaba en sus suelos y en sus laderas. Quizá este técnico bilbilitano también lo guardaba en sus sueños… porque lo ha conseguido. Tampoco cabe duda a la hora de afirmar que estamos ante uno de los grandes, nuevos y mejores emisarios de Calatayud y su ligazón con esta variedad.
Garnacha de monte, Garnacha de pueblo
No voy a dejar fuera a Jorge y a su Mas de Mancuso por ser mi hermano. Desde que comencé a escribir en esta revista -en el número uno- no lo había mentado y le corresponde. Por ser uno de sus proyectos más personales y definitivos, por el aval de los 94+ que le dio Robert Parker a la añada 2016 o porque me da a mí la gana. Qué más da. Es un tinto nacido en Almonacid de la Sierra (D.O. Cariñena) que refleja el concepto de artesanía, apego al terruño, búsqueda de la pureza y producción acorde a la limitación que esa uva puede ofrecer. La Garnacha interpretada en Aragón pasa hoy también por esta referencia; refuerza el vínculo que tenemos en esta tierra con esta variedad. Y que nos sigan asociando con ella ya no es una cuestión de modas. En este caso y para bien no es pasajera.

Rescatando Garnacha Gris
Álex Ascaso es un tipo pasional, humilde, comprometido, currante… una buena persona que sabe lo que significa entregarse con cuerpo y alma a un oficio que adora. Llegó al vino hace muchas vendimias por diversos avatares de la vida y sigue mostrando el mismo entusiasmo de su primera elaboración. Tuvo el arrojo de elaborar un deslumbrante Viognier en Ayerbe que encandiló al mercado en su primera añada -2007- y más recientemente le dedicó idéntico tiempo, esfuerzo y cariño a una Garnacha Gris. ¿Cómo?, ¿un monovarietal de esta casi extinta variedad firmado en La Hoya de Huesca?. Pues sí. Y eso que hasta el lanzamiento de su Edra Garnacha Gris, Ascaso había estado centrado en otras variedades -prácticamente todas francesas-. Pero quiso hacerle un guiño a esta gris, a la roya de toda la vida. Su producción es escasa y tal vez por eso se ha convertido en un objeto de deseo. Al fin y al cabo estamos ante una de las más deliciosas rarezas que podemos encontrar en esta tierra. Si la encontráis no tengáis la más mínima duda… cogedla.
Por la pureza y la tipicidad
Hasta hace un tiempo a Manuel Castro se le ubicaba única y exclusivamente en Bodegas Virgen de la Sierra, en Villarroya de la Sierra. En esta primera residencia, durante un dilatado periodo de rodaje, se hizo mayor. Lo que ocurre es que ahora compagina su espectro bibilitano con otras zonas y otras bodegas. Es enólogo pero le gusta que le llamen viñador y siente una ferviente pasión por la Garnacha, su comportamiento en todo tipo de suelos y elaboraciones dirigidas con una exactitud minuciosa. Mientras sus Albada se consolidaban como una de las firmes apuestas de la D.O. Calatayud inició un proyecto mucho más personal que está encarnado en el Lajas Finca El Peñiscal, una Garnacha plantada en 1947 por encima de los mil metros de altitud que deja claro cuál es su origen y procedencia. Porque la tipicidad de este tinto es incuestionable. También oficia en Bodegas Bodem (D.O. Cariñena) donde, nuevamente, vuelve a tomar a la Garnacha como estandarte. Para el amigo Castro, la vitivinicultura actual pasa por elaborar vinos que muestren las particularidades de cada terruño, de cada parcela, de cada rincón. Y vaya si lo consigue.